lunes, 12 de noviembre de 2012

Espirales secesionistas (seis años después)

En su huida desesperada para tapar sus vergüenzas
y arrancar un puñado de votos a su izquierda...


Estoy de viaje. No tengo tiempo para redactar un artículo “de nueva planta”. ¿Servirá alguno de los publicados en la Tribuna de Albacete en estos seis largos años?  Por supuesto, habría de tratarse de un tema de rabiosa actualidad. Pienso en el tema del separatismo al que dediqué alguno de mis primeras reflexiones. Encuentro en mi ordenador éste artículo, publicado el 1 de febrero de 2006. Dice así...
Cuando alguien te regala un cachorro surgen, inevitablemente, algunas preguntas: ¿cómo será de mayor?,  ¿cabrá en esta casa?, ¿alcanzará mi renta para darle de comer?   El proyecto de Estatuto catalán (y los que se avecinan) despiertan interrogantes similares. Si los españoles estuviéramos discutiendo el cambio constitucional a un modelo federal habría opiniones de todo tipo, pero no incertidumbre en lo fundamental. Un federalismo maduro, como el estadounidense o el alemán, no presenta peligros de secesión. El Estatut, en cambio, adolece de esa incertidumbre fundamental tanto por su contenido literal como por el contexto donde ha surgido y va a desarrollarse. Ponentes y enmendantes, políticos y ciudadanos, todos debiéramos ser conscientes de las espirales secesionistas que están actuando en la política española y van a condicionar el desarrollo de los estatutos.  
La primera espiral se explica por la dinámica de los partidos nacionalistas (y sus adláteres).  Un partido nacionalista se justifica llevando sus demandas de autonomía siempre un poco más allá de lo que resulta admisible para los partidos de ámbito estatal. Llegará un momento que lo único novedoso que puedan reclamar es la independencia.  En el caso de un partido moderado como CiU, este proceso podría haberse retrasado “ad calendas grecas”.   Pero se consumará en pocos lustros si el PSC basa su estrategia electoral en ser tan nacionalista como CiU, y esta coalición mantiene su pauta de exigir siempre un poco más.
La segunda espiral está alimentada por el mimetismo regional.  El Presidente de Baleares ya lo ha dejado claro: “Nosotros esperaremos a que se apruebe el estatuto de Cataluña... para exigir lo mismo”.  Muchos nacionalistas se conformarían con el reconocimiento de sus singularidades histórico–culturales, más alguna prerrogativa institucional que les haga sentir diferentes. Este afán diferenciador no podrá satisfacerse e irá “in crescendo” si el resto de comunidades reclaman prerrogativas similares. ¿Y qué argumentos existirán para negárselas?
La tercera espiral tiene bases culturales y dimensión generacional. Los redactores de la Constitución española de 1978 y de los estatutos que le siguieron estaban convencidos que aplacarían definitivamente las ansias de independencia política. La experiencia ha demostrado lo contrario. Cada generación parece acumular más odio a lo español (y a las regiones vecinas).  La descentralización de las competencias educativas y el control político de los medios de comunicación regionales han jugado un papel decisivo. No deja de ser curioso que cuando los nacionalistas más radicales han entrado en coaliciones gubernamentales han exigido las carteras de cultura y educación, acelerando así el proceso de deslealtad institucional.
            La evolución del  sistema de reparto fiscal apunta en la misma dirección. La participación de las Comunidades Autónomas en el IRPF recaudado en cada territorio, pasó del 15 al 33 por cien hace unos años. En los pactos de la semana pasada se ha elevado al 50 y extendido al resto de impuestos. “Y esto es sólo el primer paso”, advierten.  El Estado español cada vez hará menos cosas pues tendrá menos dinero para financiarlas. Tarde o temprano surgirá una pregunta cargada de lógica: ¿Para qué queremos un Estado que no hace nada?
               … Hasta aquí el texto publicado en el 2006. En apenas seis años (¡que ingenuo era yo al pensar en lustros!) la mecha del independentismo ha prendido en las altas esferas de la política catalana. Esto sólo lo podía hacer un partido mayoritario como CiU. Y lo ha hecho en su huida desesperada para ocultar sus vergüenzas y arrancar un puñado más de votos a su izquierda. Al margen de estos réditos electorales, me pregunto si Artur Mas habrá sopesado los costes para Cataluña? ¿Lo harán los electores catalanes el próximo 25 de noviembre?

La tribuna de Albacete (14/11/2012)