miércoles, 12 de diciembre de 2012

Cómo salir de un laberinto

La tensión entre ciencia, razón y fe
inevitablemente ha de encender alguna chispa.
El diálogo, bien llevado, transformará las chispas en luz.


Estamos en el laberinto más grande del mundo, dentro de un gigantesco parque temático. Nuestros protagonistas son un teólogo (Tomás), un filósofo (Immanuel) y un científico (Albert). Mientras caminan entre los setos discuten acaloradamente sobre la primacía entre ciencia, razón y fe. De ello han de disertar esa misma noche en una tertulia universitaria. Enmudecen cuando alguien mira el reloj y se percata de que el parque lleva cerrado más de una hora. ¿Cómo llegarán a la salida del laberinto y cómo franquearán la puerta? A partir de ese momento el diálogo prosiguió así.
Albert - Según mis cálculos… estamos perdidos. Y, lo que es peor, como nadie lo sabe nadie vendrá a buscarnos. Tampoco tiene sentido buscar la salida. No se puede demostrar científicamente su existencia ...  por tanto, no existe.
Immanuel ¿Pero no eras tú el que decías que la ciencia es lo único que aporta soluciones certeras a problemas concretos? ¡Ya lo vemos! Suerte tiene el mundo de disponer de filósofos que desvelan el "por qué" de las cosas y dan sentido al mundo donde nos ha tocado vivir.
Albert- ¿Y lo habéis encontrado?
Immanuel- ¡Qué más quisiéramos! Ciertamente no tiene sentido pasar una noche de invierno en un laberinto como este. Pero, ¿qué ganaríamos con volver al mundo que no deja de ser otro laberinto sin salida? Perdonad que me ponga trágico. Yo antes presumía de ser optimista. Las canas me han convencido que los pesimistas son (somos) optimistas bien informados.
Tomás-   Ese pesimismo paralizante viene de pasaros la vida mirando al suelo; o al ombligo, que es peor. ¿Por qué no levantáis de vez en cuando la mirada al cielo? Al abrir la razón a la fe los teólogos descubrimos que  todas las vidas tienen sentido y todos los laberintos, salida. “Por construcción”, que diría Albert. El problema es que cada uno ha de utilizar su razón y experiencia para encontrar su salida y …
Immanuel- … Y no existe.
Tomás- … y son pocos los que actúan consecuentemente. La verdad es muy exigente.  
Albert- Me gustan las palabras que has empleado “razón y experiencia”. Son los mismos ingredientes que utilizamos los científicos. También los filósofos, ¿no? Ya tenemos dos columnas sobre las que construir juntos. ¿No podríamos utilizarlas para salir cuanto antes de este laberinto?
Immanuel- ¿Se me ocurre construir una torre humana para tener una visión global del laberinto. Por favor, no volvamos a enzarzarnos con cuestiones de primacía. Tomás que es el más gordo se pone debajo; tú, Albert, encima de mis hombros.
Albert- ¡Qué buena idea habéis tenido! Desde esta atalaya compruebo que apenas tres metros nos separan de la puerta de salida.
Hicieron un boquete en el seto y en unos minutos llegaron a la verja. Desde allí se pusieron a gritar. Al principio nadie les oía. Pero cuando  unieron sus voces consiguieron llamar la atención de un transeúnte. No había transcurrido una hora cuando alguien les abrió la  puerta y les condujo a la sede del congreso sobre “ciencia, razón y fe”.  Allí, un auditorio sediento de sangre esperaba el enfrentamiento entre un científico, un filósofo y un teólogo.  Para su sorpresa, los tres intelectuales empezaron reconociendo que era absurdo pelearse siendo que se movían en tres planos distintos. Lo que sí podían y debían hacer, concluyeron, era auparse unos a otros para tener una mejor visión de conjunto. 
 La tensión entre ciencia, razón y fe, tanto a escala social como individual, inevitablemente ha de encender alguna chispa. El diálogo, bien llevado, transformará las chispas en luz. Este es el reto asumido por el grupo Universitas que en sus primeras jornadas analizará diferentes maneras de cerrar el triángulo “ciencia, razón y fe”.  Será en la Facultad de Educación de Albacete (UCLM) el día 14 de diciembre a partir de las 9 horas.

La Tribuna de Albacete (12/12/2012)