jueves, 25 de octubre de 2012

Carta al Ministro de Educación

Adviértales que lo único que perderán es el poder de utilizar la escuela 
como un instrumento de manipulación ideológica.
                
Estimado (aunque cada vez por menos gente) Sr. Wert:
¿Qué hace una persona como usted en un lugar como este? ¿Qué hace en un terreno tan resbaladizo un intelectual que ha sido premio extraordinario de licenciatura, domina varios idiomas y ha dirigido centros europeos de opinión? ¿Qué hace usted en un lugar como la política española donde buena parte de sus protagonistas siguen anclados en la Edad Media y cuando miran al futuro no son capaces de sobrepasar las próximas elecciones? Idiomas, ¿para qué? Para serle sincero, lo que más me llama la atención es que siendo usted un especialista en sociología política y en medios de comunicación de masas no sepa transmitir sus ideas directamente al gran público.
Su última sentencia, la de “españolizar a los niños catalanes”, ha levantado ampollas en Cataluña. Y con razón. “Se trata –ha aclarado posteriormente– de que los niños se sientan orgullosos de ser catalanes y españoles al mismo tiempo; de compensar la catalanización que han sufrido durante tres largas décadas”. Lamentablemente, este tipo de aclaraciones no interesa a los nacionalistas, por más que usted las explique en catalán. Para ellos es evidente que catalanizar en un derecho histórico; mientras que españolizar fue un crimen del pasado franquista y lo seguirá siendo.  ¿No es usted capaz de desmontar la falacia de estos argumentos?
En mi opinión, Sr. Wert, es usted demasiado claro en sus propuestas y demasiado ingenuo y timorato en la ejecución de las mismas. Para llegar a buen puerto, las dos cosas habrían de avanzar a la par. Estoy recordando su primer discurso donde denunció la manipulación ideológica que se ejercía desde la asignatura de Educación para la Ciudadanía. La conclusión que todos esperábamos era: “La asignatura queda suprimida”. Pero no, usted se limitó a cambiar el nombre y asegurarnos que la liberaría de contenidos controvertidos. Seamos realistas, si de verdad queremos alejar la ideología de las aulas hay que eliminar esas disciplinas que, careciendo de un contenido objetivo, se prestan a ser utilizadas para delimitar la nueva frontera entre el bien y el mal; o para enfrentar a los buenos y los malos de la historia.  
Admito que la transmisión de un sistema de valores forma parte de la tarea educativa y que es muy difícil separar la ciencia de la creencia. Razón de más para impedir que los políticos se entrometan en la educación moral e ideológica de esos niños y adolescentes que ellos ven como “futuros votantes”. El “cheque escolar” es lo único que puede poner un poco de claridad y rigor. Mi consejo, Sr. Ministro, es que en nombre de la libertad y del derecho constitucional que asiste a los padres, imponga el sistema de cheque escolar en todo el territorio nacional. Cualquier persona o institución (pública o privada) tendría el derecho a fundar un colegio donde se proyecta un sistema concreto de valores o ninguno. Y donde se emplea como lengua vehicular el castellano, el catalán, el inglés o todas a la vez. Cualquier familia, tendría el derecho de llevar a sus hijos al centro educativo que le mereciera más confianza, entregándole al director el cheque correspondiente. ¿Se imagina usted cuántas instancias recibirían los centros cuyo objetivo fuera catalanizar o españolizar a los niños?
              La competencia entre centros elevaría la calidad de la enseñanza como ha ocurrido en todos los sectores. No le garantizo, en cambio, que amainen las críticas. A las que hoy le llueven desde los partidos nacionalistas, se sumarán las provenientes del PSOE y las de algunos sectores de su propio partido. A ningún político le gusta perder cuotas de poder. Para tranquilizar a los consejeros de educación, habrá de recordarles que ellos pueden seguir fijando los contenidos mínimos de las diferentes materias, amén de las reválidas que verifiquen su cumplimiento. Adviértales que lo único que perderán es el poder de utilizar la escuela como un instrumento de manipulación ideológica, a escondidas de los padres o en contra de su voluntad. ¿Hay alguien que desee ese maligno poder?

La Tribuna de Albacete (24/10/2012)