Adviértales que lo único que perderán es
el poder de utilizar la escuela
como un instrumento de manipulación ideológica.
Estimado (aunque cada vez por menos gente) Sr. Wert:
¿Qué hace
una persona como usted en un lugar como este? ¿Qué hace en un terreno tan
resbaladizo un intelectual que ha sido premio extraordinario de licenciatura,
domina varios idiomas y ha dirigido centros europeos de opinión? ¿Qué hace
usted en un lugar como la política española donde buena parte de sus
protagonistas siguen anclados en la Edad Media y cuando miran al futuro no son
capaces de sobrepasar las próximas elecciones? Idiomas, ¿para qué? Para serle
sincero, lo que más me llama la atención es que siendo usted un especialista en
sociología política y en medios de comunicación de masas no sepa transmitir sus
ideas directamente al gran público.
Su última
sentencia, la de “españolizar a los niños catalanes”, ha levantado ampollas en
Cataluña. Y con razón. “Se trata –ha aclarado posteriormente– de que los niños
se sientan orgullosos de ser catalanes y españoles al mismo tiempo; de
compensar la catalanización que han sufrido durante tres largas décadas”.
Lamentablemente, este tipo de aclaraciones no interesa a los nacionalistas, por
más que usted las explique en catalán. Para ellos es evidente que catalanizar
en un derecho histórico; mientras que españolizar fue un crimen del pasado
franquista y lo seguirá siendo. ¿No es
usted capaz de desmontar la falacia de estos argumentos?
En mi
opinión, Sr. Wert, es usted demasiado claro en sus propuestas y demasiado ingenuo
y timorato en la ejecución de las mismas. Para llegar a buen puerto, las dos
cosas habrían de avanzar a la par. Estoy recordando su primer discurso donde denunció
la manipulación ideológica que se ejercía desde la asignatura de Educación para
la Ciudadanía. La conclusión que todos esperábamos era: “La asignatura queda
suprimida”. Pero no, usted se limitó a cambiar el nombre y asegurarnos que la
liberaría de contenidos controvertidos. Seamos realistas, si de verdad queremos
alejar la ideología de las aulas hay que eliminar esas disciplinas que,
careciendo de un contenido objetivo, se prestan a ser utilizadas para delimitar la
nueva frontera entre el bien y el mal; o para enfrentar a los buenos y los
malos de la historia.
Admito que
la transmisión de un sistema de valores forma parte de la tarea educativa y que
es muy difícil separar la ciencia de la creencia. Razón de más para impedir que
los políticos se entrometan en la educación moral e ideológica de esos niños y
adolescentes que ellos ven como “futuros votantes”. El “cheque escolar” es lo
único que puede poner un poco de claridad y rigor. Mi consejo, Sr. Ministro, es que
en nombre de la libertad y del derecho constitucional que asiste a los padres,
imponga el sistema de cheque escolar en todo el territorio nacional. Cualquier
persona o institución (pública o privada) tendría el derecho a fundar un
colegio donde se proyecta un sistema concreto de valores o ninguno. Y donde se
emplea como lengua vehicular el castellano, el catalán, el inglés o todas a la
vez. Cualquier familia, tendría el derecho de llevar a sus hijos al centro
educativo que le mereciera más confianza, entregándole al director el cheque
correspondiente. ¿Se imagina usted cuántas instancias recibirían los centros
cuyo objetivo fuera catalanizar o españolizar a los niños?
La competencia entre centros elevaría
la calidad de la enseñanza como ha ocurrido en todos los sectores. No le
garantizo, en cambio, que amainen las críticas. A las que hoy le llueven desde los
partidos nacionalistas, se sumarán las provenientes del PSOE y las de algunos
sectores de su propio partido. A ningún político le gusta perder cuotas de poder.
Para tranquilizar a los consejeros de educación, habrá de recordarles que ellos
pueden seguir fijando los contenidos mínimos de las diferentes materias, amén
de las reválidas que verifiquen su cumplimiento. Adviértales que lo único que
perderán es el poder de utilizar la escuela como un instrumento de manipulación
ideológica, a escondidas de los padres o en contra de su voluntad. ¿Hay alguien
que desee ese maligno poder?
La Tribuna de Albacete (24/10/2012)