lunes, 2 de noviembre de 2020

Democracia en América

            En 1835 Alexis de Tocqueville escribió “Democracia en América”.  Un clásico de la literatura política y sociológica. El autor destaca el sustrato favorable suministrado por los valores admirados por la sociedad americana: la libertad religiosa, de educación y de expresión en lo social, la iniciativa privada en lo económico y el amor por la democracia y la patria en lo político. Suficientes para armar una Constitución donde el Estado era el primer obligado en respetar las libertades personales. Y así fue, con la ignominiosa excepción de la esclavitud.  Nada que ver con el confesionalismo de Inglaterra ni con el laicismo liberticida de su país natal, Francia. 

           ¿Qué conclusiones podemos sacar 185 años después de la obra de Tocqueville y 233 después de la Constitución americana? Ante todo, una profunda admiración por su estabilidad democrática. Desde que George Washington firmó el cargo como primer Presidente de los EE.UU. ha habido elecciones cada cuatro año, el primer martes después del primer domingo de noviembre. Vergüenza para nosotros, los españoles que en cuatro años hemos debido tenido cuatro elecciones generales.

       Para asegurar esta estabilidad política los americanos diseñaron un sistema de contrapesos de poderes. A resaltar la independencia judicial en cuya cúspide se asienta el Tribunal Constitucional. También un sistema federal que da voz y voto, en sus respectivas esferas competenciales, a cada uno de los 50 estados federados.

No menos importante para la estabilidad es una ley electoral que apuesta claramente por el bipartidismo. Las diferencias entre grupos de izquierda y grupos de derecha se liman antes de la gran cita electoral de noviembre El partido que consiga la mayoría tendrá cuatro años para ejecutar su programa. Pasado ese tiempo los ciudadanos le juzgarán por lo que haya hecho y dejado de hacer. Los líderes de cada partido saben que para ganar las elecciones hay que atraer a los ciudadanos normales y corrientes que pueblan el centro político. No les queda más remedio que ofrecer un programa sensato que salvaguarde los grandes valores de la sociedad americana ya enunciados.  Si un presidente se porta tan mal tan mal que merece la expulsión ("impeachment"), le sucederá el vicepresidente (de su propio partido).

              Mañana tendremos el veredicto sobre los cuatro años de la Administración Trump. Ninguno de los candidatos lo celebrará antes de tiempo. Otro de los rasgos de la democracia americana es que hay una masa flotante de electores que decide en el último momento. Lo único que no soporta son las mentiras. 
La Tribuna de Albacete (02/10/2020)