lunes, 26 de octubre de 2020

La justicia tiene los ojos vendados

             

Hay problemas cuya solución se antoja difícil, por no decir imposible. El conflicto árabe-israelí o el separatismo de aquí y allí, suministran dos ejemplos. Otros problemas no menos importantes tienen, sin embargo, una solución sencilla, con tal que haya voluntad en resolverlos. Pienso en la independencia judicial que tanto revuelo ha levantado en España y en la UE durante los últimos meses.

                El quid de la cuestión radica en el nombramiento de los miembros del Consejo General del Poder Judicial (CGPD), responsable de la gestión de asuntos internos que pueden afectar al signo de las sentencias más controvertidas. La solución más sencilla, objetiva y general consiste en sortear esos asientos entre los jueces interesados y que cumplan determinados requisitos. La segunda solución (second best), es que los jueces elijan directamente a sus representantes.  

El sistema actual admite la elección de los miembros del CGPJ (no necesariamente jueces) por el Parlamento. La fuerte mayoría exigida (3/5) evita las manipulaciones del Gobierno,  pero no los peligros de repartirse el botín judicial entre los dos o tres partidos mayoritarios. La última propuesta del Gobierno, que rebaja la mayoría parlamentaria al 51%, asestaría la puñalada de muerte a la independencia del poder judicial.

Igualmente nefasta me parece la permisión de organizaciones judiciales con sabor político. Cualquier decisión del Gobierno siempre será respaldada por su organización afín, la progresista o la conservadora. ¿Dónde queda la independencia del poder judicial!?

Y no hablemos de los juicios paralelos desarrollados en las Comisiones parlamentarias de investigación. Si el Gobierno y sus aliados detentan el 51% de los escaños que les confiere tres de los cinco miembros de la Comisión, es evidente que la oposición perderá todos los casos investigados por tres a dos. ¡Que ganas de perder tiempo y machacar la separación de poderes!

Alguno considerará inadecuado aislar a la judicatura de las ideologías políticas, siempre en evolución. Y tachará de paleto al juez que ha de juzgar a un político del que ni siquiera ha oído hablar. Pues no. Es la mejor garantía de que las sentencias solo estarán sometidas a las leyes, a su vez, circunscritas a la Constitución. ¿O es que vamos a arrancar la venda que ciega a la Justicia, en todas sus representaciones?

La Tribuna de Albacete (26/10/2020)