miércoles, 1 de mayo de 2013

6.202.700 parados

Uno de mayo, ¿día del trabajo o día del paro?


Los datos publicados por el INE la semana pasada ofrecen los titulares más impactantes para las pancartas del Uno de Mayo, fiesta del trabajo. ¿O habremos de llamarse día del paro?  Según la EPA (Encuesta de Población Activa) el número de parados en España llegó a 6.202.700 en abril de 2013. Un 27% de la población activa. La tasa más alta de la que se guarda memoria. El anterior pico de paro ocurrió en 1993, cuando llegamos al 24%. Tras doce años de crecimiento conseguimos rebajar la tasa a la media de la UE (8%). Cinco años de crisis han bastado para romper el techo del 25% que parecía insuperable. 
Para percatarnos de la gravedad de las cifras anteriores es conveniente pasar varios filtros.  La mitad de esos parados son de larga duración, lo que significa que llevan más de un año en las listas del INEM. La consecuencia más nociva es la descapitalización de estos parados. Tampoco hay que olvidar el “efecto desánimo”. A la cifra de parados habría que añadir las 85.000 personas que han vuelto a sus países o han decidido quedarse en sus casas convencidos de que de nada sirve buscar. 
La descapitalización es mucho más grave si afecta a los jóvenes. El paro juvenil (población entre 16 y 25 años) ya supera el 50%. Se nos había dicho que era la generación mejor preparada de la historia. Quienes todavía conservan el sentido el humor hablan ahora de la mejor “pre-parada”. Mi generación que también acabó la carrera en una época de recesión tenía, al menos dos nichos de empleo cualificado: la banca y las  administraciones públicas (estábamos en la construcción el Estado de las autonomías).  Lamentablemente, estas dos fuentes de empleo han sido las primeras en cegarse. 
Un 10% de las familias españolas tienen todos sus miembros en paro. Esto tiene una doble lectura: (1) El Gobierno no podrá hacer frente a sus compromisos de consolidación fiscal  pues una partida de gasto crece de forma imparable. (2) En la medida que los derechos a contribuciones y ayudas se vayan agotando, un número importante de familias quedará desprotegida y acaba pasando hambre. Dicen que el hambre es el motor de la historia. Me gustaría prescindir de este tipo de motores.
No hay atisbos de mejora. En el último año se perdieron 800.000 puestos de trabajo lo que implica una tasa de destrucción de 2.000 puestos por día. La noticia buena es que también se están creando algunos empleos. Pero, nada de alegrías, el saldo neto sigue siendo negativo: cada día hay 650 parados adicionales. 
Aunque la crisis es internacional, el problema español del paro no tiene parangón. El desempleo medio en la OCDE es del 8%, gracias a las bajas tasas que presentan Japón (4,3%) y EE.UU. (7,7%). La tasa media de la zona Euro es del 12% que mezcla dos escenarios muy diferentes: centro y periferia. Las tasas más bajas corresponden a Austria (4,3%) y Alemania (5,4%). Las más altas a Grecia (27,2%), Portugal (17,5) e Irlanda (14,2). Por supuesto, nuestro referente no pueden ser estos pequeños países sino Italia (11,6) y Francia (10,8). 
Estos datos abren muchos interrogantes que habremos de dejar para futuros artículos. Lo primero es diagnosticar bien la enfermedad y entender su evolución. ¿Cómo se ha podido deteriorar tanto la situación en España? ¿Cómo hemos podido triplicar la tasa de paro en cinco años y volver a doblar la media europea a la que nos habíamos equiparado en 2007? El segundo reto consiste en descubrir las terapias oportunas. ¿Están al alcance del Gobierno español o habremos de sumarnos una política europea por el empleo? ¿Contribuyen las huelgas y escraches a crear puestos de trabajo?
Uno de mayo, ¿día del trabajo o día del paro? La verdad es que uno ya no sabe lo que celebra o lo que deja de celebrar. ¿O es que ahora toca llorar?  A mí, que  me gusta ver el lado bueno de todas las cosas, hoy me lo han puesto difícil. De la actual situación de paro sólo veo una cosa positiva: nos ayuda a valorar más el trabajo.

La Tribuna de Albacete (1/05/2013)