miércoles, 15 de mayo de 2013

¿Es posible reabsorber a seis millones de parados?

Lejos de culpar a la UE de todos nuestros males habría que recordarle 
las funciones macroeconómicas que está llamada a desempeñar


El pasado 1 de Mayo, los españoles no sabíamos si estábamos celebrando la fiesta del trabajo o la del paro. La Encuesta de Población Activa acababa de decirnos que el número de parados ya había superado los seis millones. La semana pasada, en esta misma columna, explicamos cómo y dónde se perdieron cuatro millones de empleos en los cinco años de crisis. Hoy nos sentimos obligados a plantearnos si es posible reabsorber a esos parados en un tiempo razonable. En la década que precedió a la crisis (1998-2007) España creó siete millones de empleos. ¿Qué nos impide repetir la proeza en la próxima década? Pero, ¿quién y cómo puede crear tantos puestos de trabajo? 
La tentación inmediata es dirigir nuestra mirada a la mano benevolente y poderosa del gobierno. Unos animarán a los gobernantes a ampliar el tamaño de las administraciones públicas o a reducir la jornada laboral para prestar los mismos servicios con más empleados. Es tan simple como firmar un decreto ley. No faltará quien proponga nacionalizar empresas privadas al borde de la quiebra o animarlas, a golpe de talonario, a mantener una serie de actividades que no resisten la competencia del mercado. ¿Y por qué no podrían los ayuntamientos contratar a sus parados para que limpien calles y bosques? A estas alturas de la historia, todos sabemos que estas medidas no funcionan. Por suerte o por desgracia, los todopoderosos gobiernos no pueden crear empleos sostenibles.  
En una economía capitalista el empleo viene de la mano de empresarios dispuestos a arriesgar el ahorro (propio y ajeno) con la esperanza de obtener un beneficio. Podemos afirmar, sin miedo a equivocarnos, que la recuperación de la renta y el empleo será la consecuencia de una ola masiva de inversiones privadas. Pero, ¿qué condiciones son necesarias para ello? El saneamiento del sistema financiero es la primera. La crisis financiera mantiene atrapados a buena parte de los agentes económicos en la deuda y bloqueado el crédito. La solución a estos males sólo puede venir de la UE, con el apoyo del BCE. Por una parte, habrán de hacer más llevadera la carga de la deuda evitando que se dispare la prima de riesgo y alargando el tiempo de devolución. Por otra parte, habrán de asegurar que ningún proyecto de inversión productiva queda sin financiación. 
¿Y qué decir de la política fiscal? ¿No pueden los gobiernos tirar de la economía como recomendó Keynes en los años treinta? Analizando la evolución de la crisis llegamos a tres conclusiones. Primera, sería temerario que un país como España tratara de estimular la economía con más déficit público. ¿Quién se lo financiaría y a qué precio? Segunda, la austeridad generalizada también es un desastre. La recaída de la economía europea en el 2012 así lo prueba. Tercera, sólo la UE puede acometer una política fiscal expansiva eficaz porque su reputación financiera no está dañada y porque tiene detrás todo un banco central. Corresponde también a las autoridades europeas coordinar las políticas fiscales nacionales animando a las economías del norte a tirar del carro, como antes hicieran las del sur. Sin las importaciones procedentes de una economía como la española que crecía al 4%, Alemania no hubiera podido remontar la recesión sobrevenida al reunificar el país. Ha llegado el momento de invertir la dirección de la locomotora.
La reforma del sistema del subsidio de desempleo también contribuiría a dinamizar el mercado laboral.  El modelo a imitar es el austriaco. Allí los parados tienen un incentivo fuerte a buscar y aceptar cualquier puesto de trabajo pues el subsidio se alimenta de los derechos (vales) acumulados en el puesto de trabajo. Estos vales podrán ser utilizados para completar la pensión o, incluso, dejarse en herencia. El sistema español desanima la búsqueda de trabajo hasta que uno “agotar el paro” y favorece los trabajos en negro. No me sorprende que la tasa de paro en Austria sea 4,3% y en España, 27%.
El lector habrá advertido que casi todos los caminos para salir de la crisis nos llevan a Bruselas. Lejos de culpar a la UE de todos nuestros males habría que recordarle las funciones macroeconómicas que está llamada a desempeñar.


La Tribuna de Albacete (15/05/2013)