miércoles, 22 de mayo de 2013

El déficit

El límite del déficit debiera de ser diferente en las épocas de auge y de recesión


Esta semana va de déficit. (Mi ordenador añadiría a gusto una “s” para indicar que los hay de muchos tipos, pero la Real Academia me lo impide). El Gobierno español está pendiente de que la Comisión Europea le permita liquidar sus presupuestos con un déficit superior al 6% del PIB y que retrase hasta el 2016 el ajuste al 3%. Las comunidades autónomas más endeudadas piden al Gobierno central que les aplique la misma moratoria y autorice déficit del 2% (en lugar del 1,5% al que se comprometieron).
Para entender la historia del déficit hay que remontarse al Tratado de Maastrich. Desde febrero de 1992 el Tratado de la UE obligó a los estados miembros a mantener el cociente déficit/PIB por debajo del 3% y el cociente deuda/PIB por debajo del 60%. ¿Es mucho o poco ese 3%? –Las dos cosas a la vez. En las épocas de auge un 3% apenas restringe. De hecho, en los años anteriores a la crisis el Gobierno español liquidó el presupuesto con superávit sin esfuerzo alguno. Gastaba más que nunca pero los impuestos crecían todavía más deprisa. Un 16% de IVA sobre unas viviendas que se multiplicaban como setas y cuyo precio subía cada año un 10%, ese IVA daba para alimentar los sueños de los gobiernos centrales, regionales y locales. Cada capital de provincia se creía con derecho a una universidad y un AVE. ¿Hay alguien que se oponga?
La crisis acabó con estos sueños. La recaudación de IVA y del IRPF se desplomaron con el parón de la construcción y el consiguiente aumento del paro. Pero las universidades y otros servicios públicos creados en la época de las vacas gordas seguían ahí y su mantenimiento era igual de caro. Un trayecto en AVE cuesta lo mismo con independencia de que viajen mil o diez personas. El coste de la deuda pública acumulada no sólo se mantenía sino que crecía aceleradamente.
De estos datos se infieren tres lecciones que todos, empezando por la UE, debiéramos aprender. La primera es que el límite de déficit debiera de ser diferente en las épocas de auge y de recesión. La segunda es que ese umbral debería referirse exclusivamente al déficit primario. Por estar fuera del control del gobierno no entran aquí los intereses de la deuda; tal vez también deberíamos excluir el subsidio de paro. La tercera lección es que el gasto público puede y debe jugar un papel estabilizador.
Entiendo que hay que poner un límite a los afanes expansionistas de los gobiernos. ¡Pobres de nosotros si les diéramos un talonario de cheques en blanco con el pretexto de estabilizar la economía! Lo que propongo es vincular el gasto público (y los umbrales de déficit) a indicadores más estables que la renta. La población, por ejemplo. De ella dependen los servicios públicos más importantes del estado del bienestar: seguridad social, sanidad, educación, orden público… Si se hubiera tenido en cuenta este indicador en las épocas de vacas gordas no se hubieran creado tantos servicios superfluos y hoy tendríamos garantizados los servicios indispensables.
¿Y los ingresos? ¿A qué indicador podríamos ligarlos a la hora de calcular el umbral del déficit apropiado a cada etapa del ciclo económico? La base que se tenía en cuenta en el 2007 no tenía fundamentos. Los impuestos estaban distorsionados por la inflación de bienes y servicios, amén de las burbujas especulativas en los mercados de activos. De haber eliminado estas distorsiones aquel superávit del 2% tal vez se hubiera convertido en un -2%. Por la misma lógica, el actual -2% de las comunidades autónomas y el -6,5% del gobierno tal vez no sean tan fuertes como puede parece a primera vista.
Pero, ¿y los mercados? Si un 10% de déficit fue suficiente para desatar su ira y disparar la prima de riesgo del 0 al 6%, ¿qué pasaría si relajáramos el objetivo del déficit? No lo sé; hay muchos factores en juego. No me extrañaría que se relajara cuando vuelva el crecimiento y el BCE ejerza como auténtico banco central. Lo que más atemoriza a los inversores es no ver el final del túnel.

La Tribuna de Albacete (22/05/2013)