domingo, 27 de julio de 2025

El Príncipe (y 3)

 

Acabo la saga de mis artículos sobre El Príncipe reproduciendo algunos consejos que Maquiavelo dirige a la persona que se atreviera hacer de Italia un nuevo Estado-Nación, a semejanza de lo que habían conseguido España y Francia.

El capítulo XXII nos recuerda el proverbio castellano: Dime con quien andas y te diré quién eres. “No es asunto de poca importancia para un príncipe la elección de sus ministros. Éstos son buenos o malos según la prudencia del príncipe mismo; de ahí que el primer juicio que nos formamos sobre la inteligencia de un señor sea a partir del examen de los hombres que tiene a su alrededor: cuando son competentes y fieles se le puede tener siempre por sabio, puesto que ha sabido reconocer su competencia y mantenérselos fieles. Pero cuando son de otra manera, hay siempre motivo para formar un mal juicio de él, puesto que su primer error ha sido precisamente elegirlos (…)”

El capítulo XXIII se centra entre los consejeros del Príncipe. “No quiero dejar sin tratar un punto importante y un error que difícilmente evitan los príncipes, excepto sin son extremadamente sabios. Se trata de los aduladores que proliferan en las cortes”.  Maquiavelo recomienda limitar las consultas a las personas que se atreven a decir la verdad, siempre y cuando se ciñan a lo que les pregunta su señor y acepten sin rechistar que su consejo sea ignorado. Por encima de todo, el Príncipe ha de dejar claro quién es el que manda.

Maquiavelo advierte que ni siquiera estos consejos garantizan el éxito permanente del golpe de Estado que, de alguna manera el príncipe trata de perpretar. El azar o un revés de la fortuna (digamos una riada) pueden arrastrar a los políticos imprudentes que no aprovecharon los años de sequía para construir diques que perpetúen su poder. No te lamentes tanto de la mala fortuna, como de tu indolencia, les dice.

Advertencia: cualquier parecido con la actual realidad española NO es pura coincidencia.

La Tribuna de Albacete (28/07/2025)