domingo, 28 de noviembre de 2021

Los presupuestos de la lechera

El jueves pasado, el Congreso español estaba de fiesta. “¡Ya tenemos presupuesto para gastar en los maravillosos proyectos que reclama la sociedad española! Costó atraer los votos de las minorías parlamentarias que apuntalan al gobierno de coalición. La solución la encontraron en Francisco de Quevedo: “Poderoso caballero es don Dinero”. De hecho, las promesas de gasto siguieron creciendo hasta el momento de cerrarse las puertas del hemiciclo. Todo había de estar atado y bien atado. 

¿Y de dónde saldrá el dinero para sufragar un gasto que no cesa de crecer? El ministro de Consumo tranquilizó al pueblo. El Gobierno no puede correr riesgos innecesarios maltratando a sus votantes con impuestos. El déficit español lo sufragará la UE comprando la deuda pública española a un interés cero.  

Pero algún día habremos de devolver la deuda, ¿no? Este es el último paso de la huida hacia adelante que tampoco parece frenar a las autoridades económicas españolas. Su respuesta: el Banco Central Europeo (BCE), sabio y rico como es, nos condonará la deuda.  El BCE, por fin, ha aprendido a manejar la máquina de crear dinero de la nada.

Estamos ante la versión financiera del cuento de la lechera. El lector puede imaginar dos finales para el cuento, a cual más infeliz. Primer final. La lechera se romperá y la leche se desparramará. Nosotros nos despertaremos sobresaltados cuando la UE vuelva a aplicar sus criterios de ortodoxia presupuestaria y financiera que son precisamente quienes han labrado la confianza en el BCE y su criatura (el euro). Gracias a esta confianza, las instituciones europeas han podido capear la crisis del coronavirus con una política monetaria heterodoxa. Ahora bien, advierte el BCE, para que la magia siga funcionando las excepciones han de ser limitadas en el tiempo. 

Segundo final. La leche se corromperá y nos despertaremos con hambre cuando la situación económica se haya deteriorado tanto como en la Venezuela de Chávez y Maduro. Ya saben: unas etiquetas de precios cada vez con más ceros en unas estanterías prácticamente vacías.