domingo, 25 de abril de 2021

Frivolizar con la muerte

 

                Mi mayor espina del 2020 es que Gobierno aprovechara el caos de la pandemia para colar una ley sobre la eutanasia y el suicidio asistido, saltándose los informes de la Comisión de Bioética y el mínimo debate social. Transmitiré mis temores a través de tres experiencias cercanas.

                La primera me la contó una catequista de la parroquia. Estaba explicando a los niños que San José era el patrono de la buena muerte. “¿De la eutanasia?”, interrumpió un niño de 9 años. La catequista se vio obligada a matizar: “No, yo me refería al “buen morir”; la eutanasia es el “buen matar(se)”

                La segunda experiencia la explica una señora que oyó decir a su madre, enferma terminal. “Hija, no aguanto más; llévame al hospital o donde sea para que acaben conmigo”. Me salió del alma: “Pero mamá, quien está diciendo eso no eres tú; duerme un rato, ya verás como mañana te levantas con otro temple y no piensas esas cosas. El mismo consejo me dabas tú cuando de niña temía a ir al colegio”. Y así fue, la madre murió un par de semanas después, bien sedada y bien acompañada.

                La tercera experiencia se remonta al 2005 cuando empecé a escribir esta columna. En un artículo comenté unas estadísticas sobre el suicidio que, para mi sorpresa, incidía con especial virulencia en los barrios más ricos de los países más ricos. El director me lo devolvió con esta nota: “Lamentamos rechazar este artículo pues los periodistas tenemos un acuerdo tácito de no hablar del suicidio, no sea que demos pistas a algún desaprensivo”.

¿Qué ha pasado desde entonces? ¿Qué pasará a partir de ahora? Mi temor es que tratar con frivolidad el tema de la muerte conduzca a una banalización de la vida y de la dignidad del ser humano. Al lector escéptico le aconsejo leer como se moría en el “Mundo feliz” de Aldous Huxley.

La Tribuna de Albacete (26/04/2021)