domingo, 15 de septiembre de 2019

Soplan nuevos vientos en la Unión Europea


La semana pasada Mario Draghi se despidíó del Banco Central Europeo (BCE) con una traca final. Tipos de interés todavía más bajos (negativos), barra libre de créditos no solo para los bancos sino también para gobiernos y grandes empresas… Lo más sorprendente, sin embargo, fue el reconocimiento que la política monetaria ya no basta para reactivar la economía y superar la recesión que se avecina. La política fiscal vuelve a ser un aliado necesario.
La propuesta es cuando menos extraña. Por una parte, la UE tiene un presupuesto demasiado pequeño para propulsar la actividad económica de la Eurozona. Por otra, las autoridades europeas llevan años defendiendo políticas de austeridad fiscal, temerosas de que el déficit público encube nuevos problemas financieros. Las nuevas propuestas implican un cambio en el guion. No se trata de  tolerar que gobiernos con apuros financieros se lancen a emitir deuda que solo el BCE compraría. Se trata de que los países con mayor holgura fiscal (Alemania y Holanda), aumenten su gasto público e impulsen una elevación de los salarios para que la periferia europea pueda exportar más y generar nuevos puestos de trabajo e impuestos con los que saldar sus déficits. Tendríamos un crecimiento más armónico y equilibrado en los 27 países de la UE.
La propuesta me parece correcta. Lo único que le ha faltado a Draghi es reconocer que este tipo de medidas ya las había sugerido John M. Keynes después de la Segunda Guerra Mundial. A su entender, el nuevo orden internacional debería evitar tanto los déficits crónicos como los superávits crónicos. Déficit y superávit son dos caras de la misma moneda. La recesión alemana en ciernes es el resultado de haberse quedado sin compradores solventes fuera de sus fronteras y sin prestatarios capaces de cumplir sus compromisos financieros.
La Tribuna de Albacete (16/09/2019)