domingo, 1 de septiembre de 2019

El hambre, motor de la historia


“El hambre es el motor de la historia”, “¡Ay si el hambre fuera contagiosa! El problema se hubiera solucionado hace tiempo”.
                Siglo tras siglo, el hambre ha originado traslados masivos de la población con sus pros y sus contras. El hambre sigue siendo la principal causa de los movimientos migratorios del siglo XXI y sus consecuencias han ocupado las primeras portadas en el verano de 2019. En el RU, la respuesta a estos flujos demográficos indeseados ha sido el Brexit. Respuesta, que no solución. La disolución del Parlamento británico, al más puro estilo bolivariano, nos ha dejado a todos boquiabiertos. En Italia, el Gobierno de Salvini ha caído por sus planteamientos xenófobos. En España, los bandazos del Gobierno Sánchez ante el drama migratorio, han conseguido unir en su contra a todos los grupos del Parlamento. ¡Inaudito!
                Aunque el hambre no sea contagiosa, sus efectos sí lo son como lo evidencian las invasiones por mar (pateras) y por tierra (salto de vallas). O por el crimen organizado y la confrontación social que van “in crescendo”. 
             Estos hechos nos obligan a llegar al fondo del problema y buscar soluciones internacionales y sostenibles. La clave está en promover el desarrollo del Tercer Mundo. Para este fin se aprobaron los objetivos de desarrollo del milenio (2006-2015, prorrogados hasta el 2030). Lamentablemente, la crisis de 2008 se llevó su instrumento principal: el compromiso de que cada país canalizara el 0,7% de su PIB en ayuda al desarrollo. Estos fondos debieran garantizar la educación, sanidad y comunicaciones en el Tercer Mundo. Sobre estas bases surgirá un “boom” de inversiones privadas que asegure empleo sostenible en los continentes olvidados.  
                Hablando en plata: si los países ricos no somos generosos por motivos altruistas, seámoslo, al menos, por el temor al contagio.   
La Tribuna de Albacete (02/09/2019)