“La
abolición del hombre” es un libro de C.S. Lewis que recoge tres conferencias
pronunciadas en 1943 sobre errores en la educación que pueden acabar con el
hombre y la sociedad. Un libro premonitorio, donde los haya.
A
la vista de unas cataratas, un turista comenta: “¡Sublimes!”. El autor del
libro de texto alecciona a los escolares de primaria: “Nada hay sublime u
horrible. El autor debiera haber matizado que los sentimientos personales del
primer turista en ese momento le insinúan que está contemplando algo sublime.
El siguiente turista está en su derecho de ver la catarata como la cosa más
vulgar del mundo”.
Se
dice, y con razón, que sobre gustos no hay nada escrito. El buen educador debe
tratar, sin embargo, de educar los gustos de los niños y detener el relativismo
de la modernidad que está permeando el universo moral y el racional.
El niño debe
saber que hay conductas buenas y malas. Las primeras me dignifican como persona
y favorecen la convivencia social. Las segundas me convierten en una piltrafa
de persona y siembran la convivencia de cizaña. El no matar, no robar y no
mentir … no es un invento del cristianismo. Forma parte de los códigos éticos
de todas las civilizaciones.
El
relativismo se adentra también en el plano racional y científico. En la era de
la “postverdad” cada uno tiene su verdad particular y se siente legitimado a
rechazar los descubrimientos de los grupos más solventes. A pesar de las
evidencias científicas sobre el calentamiento global, no faltarán quienes
digan: “No me interesan tus observaciones,
yo tengo otros datos y otras maneras de interpretarlos”.
El
relativismo es el caldo más corrosivo de la persona y la sociedad. Si quieres
detener el proceso de la abolición del hombre, habrás de plantarle cara.
La Tribuna de Albacete (1/07/2019)