domingo, 7 de julio de 2019

La abolición del hombre (y 3)


En el tercero y último capítulo del libro que estamos comentando, Lewis advierte que el progreso científico desnortado lleva a la abolición del hombre. En su afán por conquistar la naturaleza, los científicos han ido reduciendo la realidad a tablas numéricas. Lo que no se puede contar ni medir, o no existe o no es susceptible de análisis racional. El último paso  consiste en reducir el hombre a impulsos susceptibles de ser psicoanalizados y concretados en reacciones bioquímicas. La dimensión espiritual o trascendente del ser humano; su razón moral que le permite discernir lo que es malo y bueno para sí y para la sociedad; su voluntad de escoger lo mejor, aunque implicara sobreponerse a ciertas modas sociales o caprichos personales … todas esas dimensiones son amputadas. Lo que queda ya no conserva las esencias del ser humano.
                La modernidad ha deificado la ciencia y la tecnología por sus contribuciones al bienestar material de un número creciente de ciudadanos. Nadie niega estas ventajas. Pero no debemos cerrar los ojos a los peligros de dominio, control y destrucción que conllevan. “El poder del Hombre sobre la Naturaleza se revela como un poder ejercido por algunos hombres sobre otros con la Naturaleza como instrumento”. Ese poder se vuelve especialmente peligroso al ser apropiado por políticos sin principios éticos. A través del sistema educativo y de la propaganda, manipulan las conciencias de las personas para hacerles creer que la Ley Natural que cimentó la civilización occidental o la Tao que hizo lo propio en la civilización oriental, son rémoras precientíficas que hay que enterrar tirando piedras encima.
                Afortunadamente el Hombre y la Ley Natural que le protegen, son más fuertes que el poder de los manipuladores de opinión y de los alquimistas del ser humano. Renacerán una y otra vez de sus cenizas como las flores en un pedregal.


La Tribuna de Albacete (8/07/2019)