lunes, 24 de junio de 2019

La abolición del hombre



                La semana pasada el INE publicó el informe demográfico de 2018. ¡Desolador! El número de nacimientos cayó un 6,1%, cifra que sumada a las de la década precedente nos lleva al -40,7%. Por cuarto año consecutivo han nacido menos personas de las que murieron. Disminuye la proporción de mujeres en edad de ser madres y el número de hijos por mujer. 2,1 hijos por mujer es la tasa de fertilidad que asegura estabilidad en la población. La europea ha caído a 1,6. La española a 1,25, la menor del mundo.
                Son muchas las fuerzas que confluyen a un panorama tan desolador. La más importante, y a la que menos importancia se le otorga, es la rampante cultura de la comodidad e irresponsabilidad que rehúye todo compromiso duradero. La familia y los hijos son precisamente eso: un compromiso duradero.
                Siempre que oigo lamentaciones sobre problemas demográficos y educativos viene a mi mente esta frase de C.S. Lewis en su libro La abolición del hombre. “Con una especie de terrible simplicidad extirpamos el órgano y exigimos la función. Educamos personas sin voluntad y esperamos de ellas virtud e iniciativa. Nos reímos del honor y nos extrañamos de ver traidores entre nosotros. Castramos y exigimos a los castrados que sean fecundos”.
                La familia tradicional no tiene buena prensa; se la considera una más de las formas de convivencia íntima; y son muchos los que profetizan y promueven su extinción. Pero no nos engañemos, la familia es la única solución al problema demográfico y a esas ausencias educativas que luego se manifiestan en manadas, maltratadores o adiciones de todo tipo. Si quieres abolir al ser humano,  empieza por erosionar a la familia.
               
 La Tribuna de Albacete (24/06/2019)