En el año
2007 el Estado español presumía de un superávit del 2% del PIB. –El resultado
de 10 años de fuerte crecimiento económico. La deuda pública se situaba en el
40% del PIB, muy por debajo del 60% permitido por el Pacto de Estabilidad Europeo.
En 2009 el déficit subió al 4,5% (el límite es el 3%). Un año después llegó al
11% y arrastró a la deuda pública hasta el 100% del PIB. Tras dos años de
crecimiento, el déficit ha bajado al 2,5% pero la deuda se resiste a caer.
El servicio
de la deuda es la primera causa del déficit. Una subida de los tipos de interés
lo catapultará. Esta contingencia puede presentarse, de la noche a la mañana,
si temeroso de un brote inflacionista, el BC sube su tipo de intervención o si
los mercados financieros elevan la prima de riesgo a gobiernos manirrotos. El
foco está hoy en Italia.
La segunda
causa del déficit deriva de un aumento de gastos estructurales que suelen
aprobarse en épocas de bonanza, sobre todo, en años electorales. Los
funcionarios que se contratan hoy seguirán cobrando mañana, aunque desaparezca
el servicio para el que se crearon o se desplome la recaudación impositiva tras
una nueva recesión.
La dinámica
política lleva a un déficit estructural que solo se disimula en épocas de
fuerte crecimiento económico. En la recesión, el déficit se desborda y no es
capaz de cumplir los fines estabilizadores que Keynes le asignó. Conclusión: sea usted liberal o keynesiano, no
deje de velar por unas finanzas públicas saneadas.