lunes, 2 de julio de 2018

El mundial de fútbol: una gota de romanticismo en un negocio globalizado


Estos días, en que todos hablamos de fútbol y todo nos habla de fútbol, pueden ser aprovechados para tocar el fondo de este deporte que mueve a las masas en todas las latitudes. El fútbol es, ante todo, un negocio y un negocio globalizado. Por mucho que hablemos de una economía global y de políticas internacionales, todavía no hemos sido capaces de encontrar un ente cuyas decisiones vinculen a todos. El reglamento de la FIFA, por el contrario, se impone a todos los futbolistas, jueguen donde jueguen. Se hace difícil pensar que un club, por muy poderoso que sea o por mucho apoyo democrático que exhiba, se atreva a romper unilateralmente esas normas.
Quien desee palpar la globalización del fútbol no tiene más que revisar la plantilla del Barça o del Real Madrid. ¿Encontraremos en sus plantillas algún futbolista nacido en Barcelona o Madrid? Las ligas nacionales se quedan pequeñas. La Champions se convertirá pronto en la primera división europea. Con el tiempo la máxima categoría de fútbol se jugará a escala mundial. Las guerras a balazos se cambiarán por guerras a pelotazos aderezadas de algún que otro insulto.
El mundial de fútbol que se juega estos días, es la excepción que confirma la regla. Una concesión a los sentimientos nacionales que todos llevamos dentro y nos permiten hacer piña con los vecinos. Tampoco las selecciones nacionales son inmunes al virus empresarial. Lo apreciamos en las facilidades para la nacionalización que se conceden a los deportistas de élite. Sea como fuere, haremos bien en mantener esa gota de romanticismo que nos une a todos los españoles, franceses, rusos… un mes cada cuatro años.
La Tribuna de Albacete (02/07/2018)