domingo, 15 de julio de 2018

Libre movimiento de bienes


En 1906 el economista Leon Walras se auto-nominó candidato al Premio Nobel de la Paz. La mayoría de las guerras habían empezado por el proteccionismo comercial y él había demostrado matemáticamente que el libre comercio resultaba ventajoso para todos. Walras es un eslabón más de la cadena que ha unido a la mayoría de los economistas (¡y mira que es difícil!) desde que Adam Smith demostrara en 1776 que la economía no es un juego de suma cero, donde uno sólo puede ganar a costa de otro. El empresario que exporta, contribuye a la creación de riqueza y empleo por doquier.
La edad de oro del capitalismo que siguió a la Segunda Guerra Mundial tiene mucho que ver con el esfuerzo por reducir aranceles a través de los acuerdos auspiciados por la GATT. Fue un proceso lento, país a país, producto a producto. Se sustituyó en 1995 por la OMC que ha seguido avanzado a pasos cortos pero continuos.
Así hasta que Donald Trump llegó a la Casa Blanca en enero de 2017. Nos equivocamos quienes pensamos que sus proclamas proteccionistas no saldrían del programa electoral. En el último mes ha declarado la guerra comercial a China en productos de alta tecnología. China sería el origen de todos los males de la economía norteamericana. Pero no piensen ustedes que sus amigos tradicionales han salido mejor parados. Como aperitivo a sus viajes internacionales, Trump afirmó que el tratado comercial con Canadá y Méjico (NAFTA) había dejado de ser útil para los EE.UU. Y otro tanto ocurría con el programa de supresión total de aranceles entre EE.UU y la UE para unos productos seleccionados. America first!
Como era de esperar, los gobiernos de los países amenazados se han puesto en pie de guerra y han amenazado con recuperar la vieja ley del Talión: “Ojo por ojo, diente por diente”. ¿Volveremos a las cavernas?

La Tribuna de Albacete (16/07/2018)