lunes, 2 de abril de 2018

Neolengua, paracetamol y cocaína



         George Orwell anticipó el desarrollo de la “neolengua” en su novela “1984”, escrita en 1948. Convendría introducirla como lectura obligatoria en nuestros institutos, amén de una asignatura que desmitifique las neolenguas en las que se apoya el rampante pensamiento único sobre moral y política.  Una de sus estrategias consiste en meter en el mismo saco (en el mismo vocablo) una cosa y su contraria, convirtiendo en bueno lo malo y en malo lo bueno; siempre con el propósito de ahogar toda capacidad de crítica y autocrítica.
                Me acordé de Orwell cuando me llegó un folleto del Ayuntamiento de Zaragoza animando a los adolescentes al consumo responsable de drogas. Ya en la introducción anuncia, a bombo y platillo, su gran descubrimiento: “En ningún momento de la historia ni en ningún lugar del mundo ha existido una comunidad humana que no haya utilizado sustancias psicoactivas. Hoy las seguimos usando cotidianamente todas las personas sin excepción: alcohol, tabaco, cannabis, paracetamol, cocaína, anfetaminas, café, cacao, etc”.  Si la cocaína es una sustancia tan “psicoactiva” como el paracetamol. ¿Se atreverá alguien a tacharla de droga mala?
Pues sí, señor Alcalde de Zaragoza en Común. “Por sus frutos los conoceréis”, dice el Evangelio. El paracetamol es un analgésico que se toma para reducir el dolor y poder llevar una vida normal; el enfermo la dejará tan pronto como el médico se lo aconseje. La cocaína se consume a escondidas, busca el placer por el placer, supone una huida de la realidad, te hunde en un pozo del que cada vez resulta más difícil salir. Con la droga dejas de ser tú mismo, causas un dolor enorme a las personas que más te quieren, degeneras en un ser aislado y peligroso...
A la larga lista de sustancias psicoactivas solo le falta una: el veneno. Cualquier sustancia, hasta el agua, puede matarte si la consumes en exceso. La peculiaridad de las drogas es que te hacen daño psicológico desde la primera dosis y te empujan a la segunda y la tercera… Así hasta que acaban con tu dignidad, tu conciencia y, a menudo, tu vida.
Por eso hay que mantener las drogas lejos del público. Y por eso debemos mantener a nuestros hijos lejos de la neolengua y de los moralistas de la confusión.
La Tribuna de Albacete (2/04/2018)