domingo, 26 de noviembre de 2017

Cupo, bilateralidad y unilateralidad

                   El cupo para el periodo 2017-2021 acaba de ser aprobado. El Gobierno vasco aportará al Estado español 1.300 millones de euros anuales como contraprestación a los servicios generales allí prestados (defensa, justicia…). 225 menos de los que pagaba hasta la fecha. Los vascos insisten en que el sistema del cupo es el más eficiente y que, bien calculado, no entraña ningún privilegio.  Si es cierto, se preguntarán muchos, ¿Por qué no lo extendemos al resto de comunidades autónomas españolas? ¿Y por qué no lo han copiado otros países, ni siquiera los federales?  
                Porque en política el orden de factores sí altera el producto. No es lo mismo que el Estado transfiera a las regiones el 50 % de lo recaudado en España, a que sean los gobiernos regionales quienes transfieran la mitad de su recaudación. En el primer caso el Estado negocia simultáneamente con 17 autonomías hasta que las cuentas cuadren. En el segundo, el Estado habría de negociar con cada una de ellas. El descuadre está servido si son ellas quienes aportan la información relevante y si el sistema ignora la función más importante de cualquier estado moderno: la redistribución.
                El cupo facilitaría a cada autonomía una estructura de estado fundamental: la recaudación. La desconexión política por la vía unilateral (DUI) sería una tentación al alcance de cualquiera. Aunque no se llegara a ese extremo, la bilateralidad del cupo conlleva una tensión política permanente que fácilmente desemboca en trapicheos ajenos al interés general.           

Entiendo que ningún estado del mundo haya caído en la trampa del cupo. La Constitución española lo admite, como excepción histórica, para dos comunidades. Es, por tanto, legítimo. Los agravios comparativos que ha creado, obligarán, sin embargo, a repensar el tema en la próxima reforma constitucional.
La Tribuna de Albacete (27/11/2017)