Pasado mañana celebraremos el 39 aniversario
de nuestra Ley Fundamental. Sólo la de 1876 cumplió más años. El ranking de
longevidad lo encabeza la Constitución de los Estados Unidos de 1787, en pleno uso
de sus facultades. No ha podido evitar crisis de todo tipo … pero ha
contribuido a solventarlas de la mejor manera posible. ¡Para eso sirve una
Constitución!
“La
antigüedad representa un grado”, dicen los militares en el ejército y se aplica a casi todas las
facetas de la vida. La longevidad de una Constitución también dice mucho (y
bien) de ella. Un árbol centenario forma parte del paisaje y constituye un
elemento de identidad de los lugareños. A su sombra ser reúnen para conciliar
sus disputas, para unirse recordando momentos agradables o para planear nuevas
aventuras. ¡Para eso sirve la Constitución!
Si indagamos
en el secreto de la longevidad de estos árboles centenarios encontraremos podas
ocasionales en las ramas descoyuntadas. Con las instituciones pasa algo parecido.
El vigor creciente de la Constitución estadounidense tiene que ver con las 26
enmiendas registradas en sus 230 años de historia. Enmiendas que, como no podía
ser de otra manera, han respetado los cauces legales y se han concretado en
textos tan breves como bien amarrados.
Tras cuatro
décadas de andadura, no parece descabellado que los españoles pensemos en algún
tipo de reforma constitucional. Para que la reforma mejore la gobernabilidad de
España, es imprescindible que esté avalada por una amplia mayoría de diputados.
2/3 es el porcentaje mínimo marcado por nuestra Carta Magna. Antes de abrir el
melón, estas personas deberán tener muy claro lo que quieren reformar y el
sentido de la reforma. El remedio será peor que la enfermedad si falta ese
consenso o si pretenden solucionar todos los problemas reales e imaginarios de
una sola tacada.
La Tribuna de Albacete (04/12/2017)