El vídeo de las CUP se ha hecho realidad. ¿Se
acuerdan? Un grupo de personas empujaba un coche por una ladera empinada.
Cuando por fin llegaron a la cima y despeñaron el vehículo gritaron exultantes:
“¡Y ahora empieza el mambo!”. Afortunadamente, estos anarquistas antiespañoles,
antieuropeos, anticapitalistas y antitodo representan un porcentaje exiguo de
la sociedad catalana. El grueso de independentistas, amalgamados en “Junts pel
Sí”, aspiran a algo más serio que el mambo pero menos sombrío que la cárcel.
Es el
momento de preguntarse por qué el “procés” ha resultado tan penoso y qué
lecciones podemos aprender de esta tragicomedia que nos ha quitado el sueño a
la mayoría de los españoles durante los últimos meses. La primera es que en Estado
democrático de Derecho nadie puede perseguir sus fines al margen de la ley. La
ley obliga a todos: ciudadanos, políticos y jueces. Obliga tanto a los que
pretenden la independencia como la autonomía o la recentralización.
Segunda
lección. Para que un partido independentista se abra paso ha de contar con el
apoyo de una mayoría social contundente.
Si para reformar el Estatut catalán se requiere el voto favorable de 2/3
del Parlament, ¿cómo se atreven a liquidar el Estatut, la Constitución y España con la mitad más uno de los escaños?
Sólo cuando los independentistas superen los 2/3 del electorado catalán estarán
políticamente legitimados para iniciar un “procés” de reforma constitucional.
El apoyo
masivo, festivo y pacífico de las diadas parecía ser la única rueda cargada de
aire en ese coche que hemos llamado “el procés independentista”. Acabó pinchada cuando para
unir a la mitad de los catalanes no dudaron en alimentar el odio contra la otra
mitad y contra el resto de los españoles.
Por último,
pero no menos importante, hay que aprender que el mentiroso tiene las patas
cortas. Es posible engañar a mucha gente durante un tiempo breve. Es posible
engañar a unos pocos durante mucho tiempo. Pero resulta imposible engañar a
mucha gente durante mucho tiempo. A los independentistas, estos dos años se les
han debido hacer eternos. Los próximos resultarán todavía más largos si no
aprenden estas lecciones.
La Tribuna de Albacete (06/11/2017)