Cuando una idea radical tiene apoyos
en la izquierda y la derecha merece una atención especial
Hace una
semana, el Congreso español dio luz verde a la tramitación de una ley sobre la
renta básica. La propuesta fue presentada por los dos grandes sindicatos (CC.OO. y UGT) con el aval de 700.000 firmas. Votaron a favor todos los partidos menos el PP y Ciudadanos.
Tendremos para
debatir durante bastantes meses, quizá años. Lo primero, reconocer que se trata
de un tema fundamental que ha preocupado durante medio siglo a economistas,
sociólogos, filósofos y políticos de diferentes ideologías. Cuando una idea radical
tiene apoyos en la izquierda y la derecha, merece una atención especial.
En 1962 Milton
Friedman escribió un artículo en defensa del “impuesto negativo sobre la renta”,
el primer nombre de la renta básica. Lo que preocupaba al futuro Premio Nobel
de Economía era el crecimiento del “estado asistencial”. Un sistema que ahogaba
la iniciativa individual y dejaba a muchos en la trampa de la pobreza. Si garantizamos
a un desempleado el 90% de su salario durante dos años, ¿qué incentivo tendrá
para buscar trabajo antes de esa fecha? La motivación sería fuerte, en cambio,
si le dicen que de encontrar trabajo cobraría el salario sin perder la renta
básica. La economía y la sociedad funcionarían mejor, concluyó Friedman, si el
abigarrado sistema de subsidios y prestaciones se sustituyera por una renta
básica universal e incondicionada. A excepción de los “buscadores de rentas”
todos los demás podrían ganar.
En
1986 Philippe van Parijs y Robert van der Veen escribieron un artículo sobre la
renta básica que sigue siendo la referencia de los teóricos y políticos de
izquierda-izquierda. El énfasis está en la defensa de la igualdad real y la
libertad real. Sólo quien tiene cubiertas sus necesidades básicas es
efectivamente libre para aceptar o rechazar un contrato laboral explotador. Además,
¿quién será el afortunado de tener un empleo fijo en la economía robotizada que
nos espera? Para estos autores, la renta básica universal, que sustituiría
algunas prestaciones del estado del bienestar pero no todas, es un logro
histórico equivalente al sufragio universal.
Adviértase
que ambas posturas (liberal e intervencionista) concluyen que para que el
sistema funcione la renta básica ha de ser universal e incondicionada. Ninguno
de los dos requisitos aparece en la propuesta sindical que será discutida en el
Congreso español en los próximos meses.
La Tribuna de Albacete (06/02/2017)