domingo, 22 de enero de 2017

La sociedad líquida (y II)

La seriedad de una persona y de una sociedad 
se mide por la seriedad de sus compromisos

¿Cuál es la esencia de esa sociedad líquida de la que hablaba el sociólogo Zygmunt Bauman, recientemente fallecido? Yo me atrevería a concretarlo en tres palabras: “miedo al compromiso”. El compromiso se ve como una amenaza a la libertad personal, identificada ésta con el derecho de hacer en cada momento lo que a uno le venga en gana. No hace falta que dé explicaciones a nadie, ni siquiera a sí mismo. Sería frustrante no encontrar ninguna razón de peso detrás de esa decisión. O descubrir que traiciona los principios de los que antes presumía.
Internet y las redes sociales han acelerado la licuefacción de nuestra sociedad. La amistad, tan importante para el desarrollo personal y la paz social, ha quedado banalizada. Hoy puedes multiplicar tu número de amigos pulsando una tecla del móvil. Si luego se te antojan aburridos, los borras con otro click y asunto terminado. La verdad es que el agujero queda allí; todos necesitamos amar y ser amados. El amor nace y crece de la cercanía y del sacrificio. Pulsar la tecla “I like” es demasiado fácil para crear lazos de amistad.
La familia es la institución que más ha sufrido en esta sociedad líquida. Siempre ha habido y habrá rupturas matrimoniales. ¿Pero qué hemos de esperar de una sociedad donde cada vez hay más parejas temerosas de comprometerse públicamente? O de quien lee ante el micrófono: “prometo serte fiel toda la vida”. Para añadir con la boca pequeña, “hasta que me canse o encuentre otra persona mejor”. O de esos machos-alfa que exhiben como trofeo de guerra el número de divorcios que llevan acumulados. A la vista está. Niños angustiados y con fuertes problemas de concentración en los estudios. Personas (no necesariamente ancianas) hundidas en la soledad, sin nadie que se acerque a aliviar sus penas y enfermedades. ¿O es que la vacuna anticompromiso les hace inmunes al dolor espiritual y corporal?

La seriedad de una persona y de una sociedad se mide por la seriedad de sus compromisos, decía Juan Pablo II. Quien no se atreve a comprometerse o incumple alegremente su palabra, lo va a pasar muy mal. Nadie se fiará de él. Nada bueno cabe esperar de una sociedad poblada de personas alérgicas al compromiso.

La Tribuna de Albacete (23/01/2017)