domingo, 27 de diciembre de 2015

Feliz año nuevo ... ¿Sin familia?

Feliz perdón que nos permite estrenar 
cada día del año libres de hipotecas anímicas

A partir de hoy y durante muchos días nos vamos a desear unos a otros “¡Feliz año nuevo”. A mí me gusta añadir: “… en familia”. Difícilmente puede una persona ser feliz faltándole el calor de una familia. Allí se satisface la necesidad más profunda del ser humano: amar y ser amado. Allí se aprecia la suerte del perdón que nos permite estrenar cada día del año libres de hipotecas anímicas. Allí se aprenden las virtudes sociales que dan solidez a todo nuestro entramado institucional, desde los colegios al Estado.
Examine usted una lista de jóvenes delincuentes y comprobará que la gran mayoría se crió en la calle. O esa lista de fracaso escolar que no cesa de aumentar. Casi siempre se echan a faltar unos padres que colaboran activamente en el aprendizaje de los niños. Aunque fueran analfabetos, procurarán el ambiente tranquilo y alegre que se necesita en las grandes empresas.
 “Esta juventud está malograda hasta el fondo de su corazón. Los jóvenes son malhechores y ociosos. Ellos jamás serán como la juventud de antes. La juventud de hoy no será capaz de mantener nuestra cultura”. Este mensaje tan moderno tiene 4000 años de antigüedad. Se encontró inscrita en una tabla de arcilla de las ruinas de Babilonia, actual Bagdad. Pone en evidencia que la educación ha sido, es y será una tarea ardua y prolongada. Solo en la familia se dan los tres ingredientes del éxito: cercanía, continuidad y amor. El Estado es, sin duda, otra pieza clave de la educación. Pero a los funcionarios les faltan estos tres requisitos. Sería tan caro como ineficiente, pretender tapar con dinero público el vacío que deja la familia.
De la cita babilónica algunos sacarán la conclusión de que no hay motivos para preocuparse: los niños, adolescentes y jóvenes se encarrilan por sí solos cuando maduren. ¡Falsa y peligrosa conclusión! Para madurar, esos jóvenes necesitan de unos padres cercanos que les guíen con su ejemplo y palabra. El problema de nuestra sociedad radica en que cada vez hay menos padres que sirvan de faro y menos familias que suministren un puerto seguro.
Un consejo para el 2016: En vez de lamentarnos por tantos niños “mal-educados”, procuremos que haya más familias “bien-educadoras”.  
La Tribuna de Albacete (28/12/2015)