lunes, 21 de diciembre de 2015

Las columnas de Hércules

No seamos tan ingenuos como mi vecino que, para ganar espacio en el garaje de la casa, 
propuso eliminar dos o tres columnas

Las dos columnas de Hércules protegían el Mediterráneo, cuna de la civilización occidental. La primera se identificaba con el Peñón de Gibraltar. La localización de la segunda es dudosa pero en algún sitio debía estar pues no hay edificio que pueda sostenerse sobre una sola columna, ni imperio que pueda perdurar sobre la base de la fuerza muscular. De hecho, Hércules murió víctima de los celos y el engaño.
En su libro “Los pilares de Europa”, José Ramón Ayllón se refiere a tres columnas: la filosofía griega donde la razón suplanta a la mitología y a la fuerza bruta; el derecho romano que hace posible una convivencia pacífica y prospera a pesar de los inevitables conflictos; y la religión judeo-cristiana que da sentido a la vida y nos recuerda nuestra condición de seres libres y moralmente responsables.
La Revolución Francesa (1789) exaltó tres nuevos principios: liberté, egalité et fraternité. Una década antes, los padres de la patria norteamericana habían defendido esos mismos principios pero uniéndolos con el cordel de la democracia y enraizándolos en los tres pilares que acabamos de describir. La Revolución Industrial puso de relieve la importancia de la libertad de empresa sobre la base de la propiedad privada. En ellas se cimentó la prosperidad económica y el bienestar social que hoy disfrutamos, incluso en medio de las crisis. El último hito a resaltar (ONU, 1948) es la Declaración de Derechos y Libertades Fundamentales que emanan de la dignidad de la persona humana y son, por tanto, universales.
Acabamos de pasar el Rubicón de unas elecciones generales, la gran fiesta de la democracia. Esperemos que los políticos electos sean capaces de entenderse usando la razón, sujetándose a la ley y respetando los derechos fundamentales del ser humano.
Entramos ahora en la Navidad, la gran fiesta de la solidaridad humana. Yo, que he viajado bastante, no he encontrado mejor muestra de lo que nos une como civilización. Los mensajes que se transmiten durante estos días son los mismos, los de siempre, los que responden a las aspiraciones más profundas del ser humano. Nos deseamos felicidad y paz, empezando en el ambiente familiar. Y, con la sonrisa y generosidad que inspira el niño de Belén, expresamos el deseo de poner nuestro granito de arena.
Han pasado los siglos y estos principios siguen siendo la mejor garantía de nuestra civilización. No seamos tan ingenuos como Hércules que puso toda la confianza en sus músculos. Ni como mi vecino que, para ganar espacio en el garaje de la casa, propuso eliminar dos o tres columnas.
La Tribuna de Albacete (21/12/2015)