domingo, 3 de mayo de 2015

Enseñar a pescar

Si das un pescado al pobre le alimentas por un día. 
Si le enseñas a pescar le alimentas de por vida

   La semana pasada, un terremoto en Nepal sepultó en el Himalaya a 7.000 personas.  Hace dos semanas, el naufragio de un pseudo-pesquero ahogó en el Mediterráneo a 700 emigrantes. Dos tragedias muy diferentes. La primera, excepcional, obedece a fuerzas naturales que, hoy por hoy, escapan al control humano. La segunda, recurrente, se debe a la acción u omisión del hombre. Aquí no hay excusas que valgan, podemos y debemos buscar una solución.
Proteger las fronteras europeas no es solución para los africanos. Tampoco sirve de mucho la ayuda humanitaria que, a menudo, acaba en las mafias lugareñas o se transforma en armas para los grupos terroristas. La solución a largo plazo pasa por favorecer el desarrollo endógeno de esos territorios: “Si das pescado a un pobre lo alimentas por un día, si le enseñas a pescar lo alimentas de por vida”, reza la sabiduría proverbial.
El problema es tan grave y tan global que habría de ser la propia ONU quien tomara las riendas del asunto. Tiene medios para ello pero hasta el momento le han faltado claridad de ideas y voluntad política. Mi propuesta: crear, dentro de la ONU, un grupo de países en vías de desarrollo con muchas ventajas y alguna obligación. Entre las primeras, el derecho a recibir ayuda humanitaria, económica y financiera perfectamente controlada. Los tigres asiáticos consiguieron levantar una economía abierta al exterior pero internamente estructurada. ¿Qué impide a los leones africanos conseguir algo parecido? Con la ayuda del Banco Mundial debiera ser incluso más fácil.
 El desarrollo económico en África difícilmente ocurrirá sin un Estado democrático de derecho que respete y exija el respeto de los derechos humanos fundamentales. Y que no dé oportunidades para la corrupción. Este sería el primer compromiso para merecer las ayudas como país en vías de desarrollo. El segundo renunciar a un ejército propio, institución que hoy por hoy absorbe la mayor parte del presupuesto público sin ningún logro aparente. A coste cero y de manera mucho más eficiente, los cascos azules de la ONU les protegerían de las invasiones externas, del terrorismo interno y de cualquier acción colectiva que vulnerara la constitución y los derechos fundamentales.

No se impone nada a nadie. Que cada país africano decida si quiere seguir como está o si prefiere entrar en un proceso de desarrollo económico, político y social. 
La Tribuna de Albacete (4/05/2015)