Los
territorios que se independizan de forma ilegal deben tener claro el rechazo
total y perenne por parte de la UE
Entre las
noticias recientes más aireadas por los medios de comunicación destacan tres:
(1) Debate parlamentario sobre la reclamación catalana a que el Congreso
“renuncie a su competencia exclusiva y permita a la Generalitat convocar el
referéndum sobre la independencia de Cataluña”. (2) Activistas pro-rusos,
imitando a los de Crimea, declaran la República de Donetck y fijan la fecha del
11 de mayo para un referéndum sobre la independencia de Ucrania y posterior
anexión a Rusia. (3) Los partidos políticos empiezan a calentar motores para las
elecciones al Parlamento Europeo que se celebrarán entre el 22 y 25 de mayo
próximo.
Mientras
decidía la noticia más apropiada para mi columna semanal en La Tribuna de Albacete una musa me ha
sugerido: ¿Por qué no buscas la conexión entre las tres noticias? Es más fácil
espantar mil moscas que una musa. Así que no me ha quedado más remedio que hacer
este ejercicio de malabares. Un título que englobara a las tres noticias podría
ser: “Los movimientos secesionistas en Ucrania debe hacer pensar a los
representantes de los partidos políticos españoles que están discutiendo sobre
el referéndum independentista de Cataluña y a los futuros representantes del
Parlamento europeo”.
Ningún país
del mundo admite la secesión de un territorio a mano alzada, que en eso
consiste un referéndum ilegal. En algunos países ese referéndum podría ser
jurídicamente válido si contara con la autorización del Estado. Tal es el caso
del Reino Unido o Canadá que carecen de constitución escrita o la tienen pero
no impide la indivisibilidad de la soberanía territorial. En la mayoría de
países, incluyendo los federales, la Constitución rechaza explícitamente esta
posibilidad. Un referéndum de secesión solo sería legal tras una reforma de la
Ley Fundamental que admitiera esa posibilidad y señalara los pasos a seguir.
Para superar
el miedo al vacío de los ciudadanos de a pie, los independentistas de Crimea y Donetck,
se han lanzado en brazos de Rusia. Los independentistas catalanes buscan su
legitimación y apoyo en Europa. Aquí entra en juego nuestro tercer actor: la
Unión Europea. Si no reacciona con prontitud, claridad y contundencia la UE puede
acabar balcanizada. Los movimientos independentistas se multiplicarán como las
setas cuando descubran que para independizarse basta pasar por la urna un
domingo antes de ir a la playa o al fútbol. En todos los países hay “naciones
históricas”. A fin de cuentas, antes y después del Imperio Romano la soberanía
política estaba dividida en innumerables tribus y condados. Al nacionalismo
histórico se añade hoy el económico. Me refiero al de aquellas regiones cuya
balanza fiscal con el Estado central es negativa por el mero hecho de tener un
nivel de renta per capita superior a
la media.
Los
parlamentarios elegidos el próximo 25 de mayo deberían viajar a Estrasburgo con
un mandato claro: añadir dos artículos al Tratado de Lisboa. Primero: “Todo
territorio de un estado perteneciente a la UE que se independice de forma legal quedará fuera de la UE y deberá
iniciar desde cero su proceso de adhesión”. (Esto ya se ha dicho pero conviene escribirlo
en la Ley Fundamental). Segundo. “Todo territorio de un estado perteneciente a
la UE que se independice de forma ilegal
quedara excluido de la UE y sin posibilidad de solicitar la adhesión. La
exclusión será total de manera que desaparecerá para siempre el libre
movimiento de personas, mercancías y capitales entre ese territorio y la UE”.
La
descomposición de una unidad política recibe varios nombres. En España se habla
de “reinos de taifas”. En el resto de Europa, también aquí, es más habitual
hablar de “balcanización”. En el futuro posiblemente se hable de
“ucranización”. Para evitar este triste fin a la UE es preciso que ésta reforme
su Carta Magna y la lea a todos los movimientos independentistas que se lanzan
a sus brazos. Los territorios que se independizan de forma ilegal deben tener
claro el rechazo total y perenne por parte de la UE.
La Tribuna de Albacete (9/04/2104)