miércoles, 2 de abril de 2014

Bitcoin, ¿por qué no?

La oferta monetaria estaría mejor controlada 
y los pagos serían igual de onerosos para todos

Si no han oído hablar del bitcoin, prepárense. Se trata de una moneda virtual nacida en la era de internet y con vocación de convertirse en medio habitual de pago del comercio electrónico. ¿Y por qué no del comercio internacional hoy dominado por el dólar, con el privilegio que esto reporta a los americanos? ¿O el del comercio doméstico dominado por la banca que cobra jugosas comisiones por transferencias y tarjetas de crédito? ¿Qué le impedirá llegar a ser una reserva de valor compitiendo con el oro?
El bitcoin fue inventado en 2009 por un grupo de japoneses, que sigue en la sombra para dar un toque de misterio a este sistema monetario totalmente impersonal e inmaterial. La peculiaridad más destacada del nuevo sistema de pagos es que no existe ningún banco central o gobierno que respalde la moneda. Es la propia red quien lo gestiona y controla siguiendo la pista de cada unidad monetaria, algo que no puede hacerse con el dinero legal y, mucho menos, con el dinero bancario. La oferta de bitcoins se amplía por un procedimiento parecido a la búsqueda de oro en el Oeste americano. Cada individuo puede trastear con su ordenador hasta conseguir la combinación de números que le da derecho a un bitcoin cada cierto tiempo. Cuando en el mercado circulen 21 millones de bitcoins las minas se declararán agotadas.

Para operar con bitcoins usted solo necesita abrir una cuenta en la red con un saldo positivo. La manera más simple consiste en vender cualquier cosa aceptando bitcoins a cambio. Alternativamente, puede acudir a las “plataformas de intercambio” donde puede obtener bitcoins por dólares o viceversa. A partir de ese momento las compraventas se resumen en una transferencia de bitcoins de una cuenta a otra. Los contratantes se identifican por su número de cuenta. Pero existe otro código secreto que sólo  conoce el propietario, con lo cual es muy difícil el robo y la falsificación. 
Bueno, esto es lo que se decía hasta el pasado 28 de febrero en que quebró la mayor plataforma de cambio (MtGox) a consecuencia de un ataque cibernético por hackers.  Los enemigos de la nueva moneda han aprovechado la ocasión para cargar contra ella. Pese al varapalo sufrido, sigue siendo cierto que resulta mucho más fácil robar dólares o utilizar una tarjeta de crédito ajena.
Para que el bitcoin se consolide como medio de pago y llegue a convertirse en un depósito de valor (las dos funciones tradicionales del dinero) ha de demostrar que su valor se mantiene estable o con tendencia al alza. En sus cinco años de existencia hemos pasado de cambiar 10 dólares por un bitcoin, a 1200. Tras la quiebra de MtGox la cotización ha caído a 550 dólares. Tamaña volatilidad representa un problema para la consolidación del bitcoin. En un esfuerzo por ser optimistas, podría esgrimirse que se trata de una crisis de adolescencia, de esas que desaparecen con el paso del tiempo.
Para que una moneda conserve su capacidad de compra es importarte asegurar que nadie pueda aumentarla artificialmente. Aquí reside la fortaleza del oro y también del bitcoin. No así la del dinero fiduciario que puede ser multiplicado por connivencia entre el banco central y la banca privada. El resultado puede ser una inflación desbocada, como ocurre frecuentemente en países en vías de desarrollo. Estos son los primeros interesados en pasarse al bitcoin, convirtiéndola incluso en moneda oficial. La resistencia vendrá de los grandes países, sobre todo de los Estados Unidos que tiene capacidad para imprimir dólares aceptados en todo el mundo. Sí, como suena. La financiación del Plan Marshall, la guerra del Vietnam o el rescate a la banca americana, no les costó esfuerzo alguno a los ciudadanos americanos.

Nada de esto hubiera pasado con el bitcoin. La oferta monetaria estaría mejor controlada y los pagos serían igual de onerosos para todos. Una economía global requiere una moneda universal que sea de todos y de ninguno. Este razonamiento me lleva a apostar por el bitcoin. Posiblemente lo que veamos en un futuro cercano será la coexistencia de una serie de monedas electrónicas que compiten entre sí bajo la mirada celosa de bancos y gobiernos.
La Tribuna de Albacete (3(04/2014)