La oferta monetaria estaría mejor
controlada
y los pagos serían igual de onerosos para todos
Si no han
oído hablar del bitcoin, prepárense. Se trata de una moneda virtual nacida en
la era de internet y con vocación de convertirse en medio habitual de pago del comercio electrónico. ¿Y por qué no del comercio internacional hoy
dominado por el dólar, con el privilegio que esto reporta a los americanos? ¿O
el del comercio doméstico dominado por la banca que cobra jugosas comisiones por
transferencias y tarjetas de crédito? ¿Qué le impedirá llegar a ser una reserva
de valor compitiendo con el oro?
El bitcoin
fue inventado en 2009 por un grupo de japoneses, que sigue en la sombra para
dar un toque de misterio a este sistema monetario totalmente impersonal e inmaterial. La peculiaridad más destacada del nuevo sistema de pagos es que no
existe ningún banco central o gobierno que respalde la moneda. Es la propia red
quien lo gestiona y controla siguiendo la pista de cada unidad monetaria, algo que
no puede hacerse con el dinero legal y, mucho menos, con el dinero bancario. La
oferta de bitcoins se amplía por un procedimiento parecido a la búsqueda de oro
en el Oeste americano. Cada individuo puede trastear con su ordenador hasta
conseguir la combinación de números que le da derecho a un bitcoin cada cierto
tiempo. Cuando en el mercado circulen 21 millones de bitcoins las minas se declararán agotadas.
Para operar
con bitcoins usted solo necesita abrir una cuenta en la red con un saldo
positivo. La manera más simple consiste en vender cualquier cosa aceptando
bitcoins a cambio. Alternativamente, puede acudir a las “plataformas de
intercambio” donde puede obtener bitcoins por dólares o viceversa. A partir de
ese momento las compraventas se resumen en una transferencia de bitcoins de una
cuenta a otra. Los contratantes se identifican por su número de cuenta. Pero existe
otro código secreto que sólo conoce el
propietario, con lo cual es muy difícil el robo y la falsificación.
Bueno, esto
es lo que se decía hasta el pasado 28 de febrero en que quebró la mayor plataforma
de cambio (MtGox) a consecuencia de un ataque cibernético por hackers. Los enemigos de la nueva moneda han
aprovechado la ocasión para cargar contra ella. Pese al varapalo sufrido, sigue
siendo cierto que resulta mucho más fácil robar dólares o utilizar una tarjeta
de crédito ajena.
Para que el
bitcoin se consolide como medio de pago y llegue a convertirse en un depósito
de valor (las dos funciones tradicionales del dinero) ha de demostrar que su
valor se mantiene estable o con tendencia al alza. En sus cinco años de
existencia hemos pasado de cambiar 10 dólares por un bitcoin, a 1200. Tras la
quiebra de MtGox la cotización ha caído a 550 dólares. Tamaña volatilidad
representa un problema para la consolidación del bitcoin. En un esfuerzo por
ser optimistas, podría esgrimirse que se trata de una crisis de adolescencia, de
esas que desaparecen con el paso del tiempo.
Para que una
moneda conserve su capacidad de compra es importarte asegurar que nadie pueda
aumentarla artificialmente. Aquí reside la fortaleza del oro y también del
bitcoin. No así la del dinero fiduciario que puede ser multiplicado por
connivencia entre el banco central y la banca privada. El resultado puede ser
una inflación desbocada, como ocurre frecuentemente en países en vías de
desarrollo. Estos son los primeros interesados en pasarse al bitcoin,
convirtiéndola incluso en moneda oficial. La resistencia vendrá de los grandes
países, sobre todo de los Estados Unidos que tiene capacidad para imprimir
dólares aceptados en todo el mundo. Sí, como suena. La financiación del Plan
Marshall, la guerra del Vietnam o el rescate a la banca americana, no les costó
esfuerzo alguno a los ciudadanos americanos.
Nada de esto
hubiera pasado con el bitcoin. La oferta monetaria estaría mejor controlada y
los pagos serían igual de onerosos para todos. Una economía global requiere una
moneda universal que sea de todos y de ninguno. Este razonamiento me lleva a
apostar por el bitcoin. Posiblemente lo que veamos en un futuro cercano será la
coexistencia de una serie de monedas electrónicas que compiten entre sí bajo la mirada
celosa de bancos y gobiernos.
La Tribuna de Albacete (3(04/2014)