miércoles, 16 de abril de 2014

Constituir Europa

Es imposible que prospere la UE 
si la concebimos como un juego de suma cero 
donde las ganancias de un Estado se logran a expensas del otro

El próximo 25 de mayo tendrán lugar las elecciones europeas para elegir las personas que han de representarnos en el Parlamento Europeo. Con sus 766 diputados es el mayor parlamento del mundo, después del de la India. Es, por otra parte, la única institución europea elegida directamente por los ciudadanos. ¡Lástima que tenga unas funciones tan escasas y borrosas!
Me gustaría que los parlamentarios elegidos fueran a Estrasburgo con un mandato prioritario: constituir la UE para hacerla más democrática y eficaz. Este mandato equivale a redactar una Constitución propiamente dicha, que es algo distinto que la acumulación de tratados dictados bajo la presión de las circunstancias puntuales. El primer conato de Constitución fracasó hace 10 años. No me extraña. A la mayoría de los europeos se les hacía difícil digerir un texto de cuatrocientos artículos. Si a los EE.UU. de América les bastaron trece artículos para fundar un Estado Federal, no seremos capaces de consensuar el puñado de principios que marcan las pautas de una Confederación de Estados Europeos?
El primer artículo declararía que la UE se constituye como una Confederación de Estados. Esto significa (presten atención los políticos ingleses) que quien se encuentre a disgusto tiene las puertas abiertas para marcharse, pero si decide quedarse  ha de arrimar el hombro para asegurar el buen funcionamiento de la Unión. El artículo 1.b advertiría que los territorios que se independicen de sus estados de forma ilegal quedarían fuera de la UE y no tendrían ni siquiera el derecho a pedir su readmisión. En una nota a pie de página se recordaría a los grupos independentistas la diferencia existente entre estados confederados (UE), estado federal (Alemania y Suiza), estado autonómico (España) y estado unitario (los restantes). La secesión de un territorio, tras el voto mayoritario de sus ciudadanos, sólo es posible en una confederación.
El segundo artículo aclararía que la estructura política de la UE se apoya en un trípode constituido por el Parlamento, el Senado y el Ejecutivo. El Parlamento o Eurocámara sería elegido directamente por los ciudadanos afiliados a partidos con nombre estatal y apellido europeo. Tendría mayores competencias legislativas, así como la capacidad de elegir al Gobierno. El Senado europeo aparecería como la Cámara territorial que representa a los Estados miembros. Sustituiría al actual Consejo que da un poder excesivo a los jefes de Estados quienes están obligados a justificarse ante su electorado explicando los privilegios que han arrancado de la UE. Es imposible que prospere la Unión si la concebimos como un juego de suma cero donde las ganancias de un estado se logran a expensas del resto. El Ejecutivo o Gobierno europeo podría seguir llamándose Comisión; lo importante es que tenga mayor peso político. La condición para ello es que esté liderado por el partido mayoritario en la Eurocámara.

La continuidad en el tiempo de una estructura confederal obliga a hacerla lo suficientemente atractiva para que sus miembros estén muy interesados en seguir dentro. Será atractiva si es capaz de prestar los servicios encomendados con más eficacia que los estados miembros. Hasta ahora todas las energías de la UE se han centrado en la agricultura (que no supera el 4% del PIB europeo) y las grandes infraestructuras. Convendría que la UE se encargara también de la defensa para asegurar que todos los estados europeos están mejor protegidos con menos gasto. Otro tanto cabe decir de la estabilización macroeconómica que, o se hace a escala europea, o no se hace. ¿Y por qué no contar con ella para asegurar un mínimo de servicios sociales a toda la población europea? Si la UE es capaz de prestar esta panoplia de servicios de forma eficiente (digamos con la mitad de los parlamentarios y funcionarios actuales), todos saldremos ganando. Los políticos nacionales tendrían entonces menos reparos para ceder parte de su soberanía a favor de la UE. Y si se resisten se enfrentarán con una opinión pública bien informada que no se fija tanto en el color de la bandera pintada en cada folleto como en la alta calidad y el bajo coste de los servicios públicos.
La Tribuna de Albacete (16/04/2014)