miércoles, 23 de abril de 2014

Presupuesto y política fiscal en la UE

Dime tu nivel de autonomía presupuestaria 
y te diré quien eres

Quien desee medir las disfuncionalidades de la UE no tiene más que mirar a su proceso presupuestario. Tan duro es el drama fiscal europeo que los presupuestos ya no se debaten cada año sino cada siete. Acaban de aprobarse los que regirán en el periodo 2014-2020. Fueron presentados por la Comisión Europea al Consejo hace seis meses. Los 27 jefes de Estado que integran dicho Consejo lo aprobaron por unanimidad (¡qué remedio!) en el último minuto del último día. El siguiente trámite pasaba por la Eurocámara. La batalla prometía ser dura. Y lo fue hasta la semana pasada en que el Presidente se sacó de la manga 60.000 millones de euros para limar diferencias. La triquiñuela consistió esta vez en autorizar que los remanentes no gastados en los siete años anteriores quedaran a disposición de la Eurocámara, en lugar de retornar a los Estados miembros como disponía la ley vigente hasta aquel momento.  ¡Uf!
Toda esta comedia para repartir un presupuesto que no llega al 1% del PIB europeo. No estoy proponiendo elevar el gasto europeo. Apunto a la necesaria reforma del procedimiento presupuestario quitando poder al Consejo y eximiéndole del requisito de unanimidad. Como ocurre en los países federales, el presupuesto elaborado por la Comisión debiera tener el voto mayoritario del Parlamento, que representa a los ciudadanos y el del Consejo que representa a los Estados. En la situación actual cualquier Jefe de Estado puede bloquear el proceso si intuye que, de regreso a su país, la oposición le acusará de haber cedido un euro.
La política fiscal europea es más difícil de criticar por la sencilla razón de que no existe. Consecuencia: mientras EE.UU. superó la recesión de 2008 con relativa normalidad, la UE volvió a caer en ella tres años después. No hace falta ser Keynesiano para entender que si todos los agentes económicos de un país (familias, empresas y gobiernos) están obligados a reducir el porcentaje de renta que gastan cada ejercicio, alguien tendrá que tapar la brecha entre producción y demanda. En las circunstancias actuales ese alguien tiene nombre y apellidos: la UE. Sólo ella puede emitir eurobonos libres de cualquier prima de riesgo por no tener déficit acumulados y por contar con el respaldo del BCE, que no necesita intervenir, basta su presencia. La política fiscal europea más sensata debiera haber dispuesto lo siguiente: “Los países que tomen en serio la consolidación fiscal eliminando los gastos estructurales insostenibles en condiciones normales, esos países recibirán financiación de la UE para obras públicas que mejoren la productividad del país al tiempo que crean empleos”.
El Tratado de Maastricht (1992) y el Pacto de Estabilidad y Crecimiento que vino a continuación impusieron dos restricciones a la política fiscal de los estados. (1) El déficit público no podía superar el 3% del PIB respectivo. (2) La deuda pública (resultado del déficit acumulado año tras año) no podía superar el 60% del PIB. Quien desee contar con instrumentos de política fiscal útiles en tiempos de crisis no debiera rechazar ciertas limitaciones en épocas normales. El problema con las restricciones establecidas en Maastricht es que son pro-cíclicas. En los años de auge (2002-2007) el gasto público se disparó pero la recaudación impositiva creció todavía más deprisa dando lugar a un superávit presupuestario nunca visto en la historia fiscal española. A partir de mayo de 2010 el Gobierno diezmó el gasto público y retocó al alza los tipos impositivos. El sacrificio que hubimos de soportar los ciudadanos no ha conseguido reducir el déficit por debajo el 6% mientras que el peso de la deuda sigue creciendo inercialmente.  A finales de 2014 llegará al 100% del PIB español. Es el resultado esperado de aplicar unos tipos crecientes  a unas bases impositivas menguantes, por la caída de la renta y por el aumento del fraude fiscal.

La UE no necesita integrar los procesos presupuestarios y la política fiscal de sus estados miembros. Sí parece conveniente que goce de autonomía para manejar su propio presupuesto y para utilizarlo, en momentos decisivos, como un instrumento de estabilización macroeconómica. ¡Dime tu nivel de autonomía presupuestaria y te diré quién eres!
La Tribuna de Albacete (23/04/2014)