miércoles, 27 de noviembre de 2013

Montesquieu ha muerto. ¡Viva Montesquieu!

La independencia del poder judicial sí tiene arreglo; 
pero es demasiado simple

La prensa de ayer mostraba la satisfacción de casi todos los políticos españoles tras el acuerdo de renovación de la mitad de los miembros del Consejo General del Poder Judicial. Debe ser un órgano vital, pienso yo. Busco sus estatutos en San Google y leo: “El Consejo General del Poder Judicial (tiene) la finalidad de garantizar la independencia de los jueces en el ejercicio de la función judicial frente a todos”.
Enterado. Vuelvo a la noticia de prensa. De los nombres llevados a la aprobación parlamentaria (que, tras el Consenso, ya está asegurada) 10 lo son a propuesta del PP y 7 del PSOE. Los tres miembros restantes han sido escogidos respectivamente por CiU, el PNV e IU. La mayoría de los afortunados pertenecen a las dos grandes asociaciones de jueces y fiscales: la conservadora Asociación Profesional de la Magistratura y la progresista Jueces para la Democracia. Los calificativos “conservador” y “progresista” no los invento yo, es la forma habitual con la que se designan ellos mismos.  
Por lo visto las manifestaciones de júbilo más visibles proceden de IU que por fin ha conseguido meter un pie en el poderoso Consejo. Las caras más risueñas son las del PP que se lleva el agua a su molino: con la mayoría conseguida podrán controlar durante los  próximos cinco años los nombramientos de la cúpula del poder judicial y las sentencias con mayor carga política. Los que respiran más hondo son los dirigentes del PSOE que han hecho recular al Ministro de Justicia, Sr. Gallardón. Eso de profesionalizar el Consejo estaba bien para el programa electoral del PP, no para hacerlo realidad. Cuando mañana ellos (los socialistas) lleguen al poder volverán a coger las riendas del poder judicial. 
            ¿No habrá nadie, me pregunto yo, que denuncie la incongruencia de que los políticos elijan a los jueces? ¿Dónde ha quedado la separación de poderes predicada por Montesquieu como condición necesaria para controlar a los políticos?  Montesquieu murió del todo en 1755. Su doctrina ha ido muriendo poco a poco, a medida que la democracia ha degenerado en “partitocracia”. El Parlamento ya no es quien aprueba las leyes que el Gobierno deberá ejecutar. Solo es la cámara donde se refrendan los textos emanados del ejecutivo. El ruido que allí se escenifica no pretende convencer al resto de grupos parlamentarios sino transmitir un mensaje a los electores que todavía no tienen claro el destino del voto. Ganar las próximas elecciones es el leitmotiv de la partitocracia.
            No veo la manera de revitalizar la separación entre el poder legislativo y el ejecutivo. ¡Razón de más para reforzar la independencia del poder judicial! Este problema sí que tiene arreglo, y muy fácil de aplicar. Bastaría elegir por sorteo a los miembros del Consejo, del Tribunal Constitucional y de otras altas instancias de la judicatura. Los elegibles en el sorteo serían aquellos magistrados que cumplan determinados requisitos, por ejemplo, un mínimo de años desde que se accedió a la carreara por oposición. Subrayo lo de la “oposición” pues el anterior Ministro de Justicia, Sr. Bermejo, llegó a proponer la eliminación del sistema de oposiciones que tan injusto era para los malos estudiantes. Lamentablemente este tipo de propuestas tan simples, no suelen ser del agrado de quienes se han instalado en el poder y temen perder la discrecionalidad en su ejercicio. Seguiremos viendo como el Consejo y el mismo Tribunal Constitucional se parten por mitades ante los casos más conflictivos: los jueces “conservadores” dicen blanco; los “progresistas”, negro.

¿Quién ha dicho que los políticos españoles no eran capaces de unirse por cuestiones de Estado? Aquí les vemos a todos, poniendo cerrojos al féretro de Montesquieu al tiempo que gritan jubilosos: ¡Viva Monstesquieu!

La Tribuna de Albacete (27/11/2013)