Cada lector tiene derecho a leer lo
que le interesa
y a quedarse con las ideas que le aprovechan
Constanza Miriano (periodista, esposa y madre de cuatro hijos) no podía imaginar que su libro “Cásate y sé sumisa” pasara a ser un best-seller en España a los pocos días de su traducción del italiano. La publicidad la han hecho gratuitamente sus críticos al exigir su retirada inmediata. La mayoría de ellos reconoce no haber leído el libro. Yo tampoco he tenido la oportunidad. No estoy, pues, legitimado ni a condenarlo ni a defenderlo. Simplemente deseaba aprovechar la circunstancia para romper una lanza en favor de la libertad de expresión y para profundizar en la institución más antigua y audaz: el matrimonio.
Advertiré de
entrada que no estamos hablando de un libro sino de dos. El segundo, dirigido a
los maridos y que se traducirá en breve, lleva por título: “Cásate y da la vida
por ella”. La fuente de inspiración de ambos títulos está en la carta de san
Pablo a los efesios. El apóstol, después de fundar la vida cristiana sobre el
amor, dirige una palabra de aliento para todos. Anima a los maridos a amar a
sus esposas “como Cristo amó a la Iglesia y entregó la vida por ella”. A la
esposas, “a ser sumisas a sus maridos, como si se tratara del Señor, porque el
marido es cabeza de la mujer, del mismo modo que Cristo es cabeza de la Iglesia”.
Anima a los esclavos a servir de buena gana a sus amos, quienes, a su vez,
habrán de tratarles con caridad.
Entiendo
que, de haber vivido en el siglo XXI, San Pablo no hubiera hablado ni de amos,
ni de cabezas de familia. Esos términos ya no forman parte de la ley ni de las
costumbres generalmente aceptadas. Más bien levantan ampollas al recordar
épocas donde no todos podían opinar y decidir por su cuenta. Hasta la reforma
de 1975 (anteayer), nuestro Código Civil reservaba la capacidad de prestar
consentimiento al cabeza de familia, léase, varón. La negaba expresamente a los
dementes, menores no emancipados y mujeres casadas (los tres en el mismo saco).
Con independencia de las palabras que el apóstol empleara hoy, estoy seguro que
su mensaje central sería el mismo. Insistiría que el matrimonio debe fundarse
en el amor recíproco. Un amor que exige el sacrificio de los intereses,
aficiones y apetencias personales al servicio de ese proyecto común llamado
“familia”. Un amor que reclama la entrega libre, generosa y humilde de la
esposa y del esposo. Su mensaje
calaría más en nuestra sociedad, si en lugar de “sumisión” hablara de “amor
complaciente y humilde”.
Si Constanza Miriano sabe contar con chispa las maravillas del matrimonio basado en el amor complaciente y humilde me comprometo a hacer propaganda de su libro. Urge contrarrestar la invasión de la institución familiar por el utilitarismo rampante y por esa ideología de género que interpreta todos los problemas en clave de poder y los resuelve (eso dicen) con el talismán de las cuotas. Con lo divertido que es ganar al otro en generosidad, ceder aunque hayas de tragar saliva, o pedir perdón cuando tu egoísmo te insinúe que esta vez, como siempre, tú tienes razón.
Si Constanza Miriano sabe contar con chispa las maravillas del matrimonio basado en el amor complaciente y humilde me comprometo a hacer propaganda de su libro. Urge contrarrestar la invasión de la institución familiar por el utilitarismo rampante y por esa ideología de género que interpreta todos los problemas en clave de poder y los resuelve (eso dicen) con el talismán de las cuotas. Con lo divertido que es ganar al otro en generosidad, ceder aunque hayas de tragar saliva, o pedir perdón cuando tu egoísmo te insinúe que esta vez, como siempre, tú tienes razón.
Informaré
negativamente del libro si al leerlo descubro que la autora pone el acento en
la sumisión en lugar del amor. Si refiere la sumisión a una sola de las partes
(la mujer). Si pretende reemplazar la sumisión por el diálogo. Si, esclava de
viejos estereotipos, no respeta la libertad de cada pareja para organizarse y expresar
el amor a su estilo. Y si no advierte al lector de la existencia de unas líneas
rojas, marcadas por la dignidad humana, que ningún cónyuge debe sobrepasar ni consentir
que sean sobrepasadas.
“Cásate y edifica tu matrimonio
sobre el amor generoso y humilde”. “Cásate y entrega al cónyuge lo mejor de ti
mismo/a”. Posiblemente estos títulos reflejarían
mejor la doctrina cristiana sobre el matrimonio y no concitarían tanta repulsa.
Pero, ¿quién compraría un libro con ese título, aparte de la familia de la
escritora y sus amigos más allegados? En una sociedad libre, cada autor tiene
derecho a escribir lo que piensa y elegir los titulares. Cada lector a leer lo
que le interesa y a quedarse con las ideas que le aprovechan.
La Tribuna de Albacete (4/12/2013)