miércoles, 13 de noviembre de 2013

Regeneración ética de la política

Preparación intelectual y moral, 
que en la política las dos cosas son igualmente importantes

En julio de 2013 se publicó el último informe de “Transparencia Internacional” donde se recogen las opiniones de 114.000 personas en 107 países. Más de la mitad de los encuestados considera a los partidos políticos como la institución más corrupta y acepta que los niveles de corrupción empeoran con el paso del tiempo por el control que los grupos de presión ejercen sobre los políticos. Esto como media. En España el porcentaje de personas que consideran a los partidos como la institución más corrupta se eleva del 53 al 83%.
En mis estudios universitarios me explicaron que la corrupción política era un problema de países pobres dominados por un déspota y que el problema se curaría con el progreso económico y democrático. A la vista de los datos de la encuesta anterior y los que leo cada mañana en la prensa es evidente que me engañaron. La democracia que conocemos se instrumenta en un sistema de partidos cuyo objetivo prioritario, por no decir único, consiste en ganar elecciones. Para engrasar la maquinaria electoral precisan de donativos de empresas y sociedades. Estas prodigan los “donativos”, a sabiendas de que una nueva contrata les puede asegurar los beneficios de una década. He aquí los dos canales que alimentan el puchero de la corrupción política. El tamaño de esos canales y ese puchero están claramente relacionados con el tamaño y discrecionalidad de los aparatos del Estado.
¿Daremos por pedida la batalla por la gestión honrada y eficaz de la cosa pública? Mercedes Serrano, profesora de Derecho Constitucional, respondió negativamente en la Segunda Jornada Universitas que versó sobre temas éticos.  Aunque no podamos erradicar la corrupción, afirmó, estamos obligados a sacarla a la luz para castigarla y hacerla más difícil. Es posible y necesario un pacto por la regeneración ética de la democracia. En su opinión, la Declaración del Congreso de Diputados el pasado mes de febrero y el subsiguiente informe del Centro de Estudios Políticos-Constitucionales, constituyen un buen punto de arranque.
Yo también valoro positivamente este tipo de iniciativas que combinan las tradicionales vías penales (sanciones a la apropiación indebida de fondos públicos) con la introducción de códigos de buenas prácticas (publicación de las cuentas de los partidos, por ejemplo). Estimo, sin embargo, que se trata de remedios necesarios, que no suficientes. Ha llegado el momento de replantearnos qué hacer con el Leviathan del sector público y la maquinaria que ha montado para su propia supervivencia. Sólo así podremos bloquear los canales que riegan el puchero de la corrupción política
Algunas preguntas subversivas, para calentar el debate. ¿Perderíamos algo si redujéramos drásticamente el número de parlamentarios, exonerándoles de impuestos … y de sueldo? ¿Pasaría algo si la campaña electoral pagada con fondos públicos se redujera al franqueo de un par de cartas a todos los domicilios del país y a quince minutos en la televisión pública para cada formación política? Quienes tengan muchas cosas que contar, que creen una página web interactiva; sale gratis. ¿Pasaría algo si los contratos se asignaran aleatoriamente entre todas las empresas habilitadas para realizar obras públicas? Me temo que el único cambio relevante sería la reducción de las posibilidades de corrupción y de esas vocaciones políticas prematuras que no buscan tanto el servir como el ser servido.

¿Es posible ser un político honrado y no morir en el intento? Esta pregunta surgió en varios momentos de la Jornada Universitas. Rebeca Carrión, estudiante de Derecho, respondió afirmativamente glosando la vida y obra de Robert Schuman. Quienes valoramos las ventajas de pertenecer a la Unión Europea y contamos año a año el periodo más largo de paz en Europa, no debiéramos ignorar la aportación de esos políticos que han consagrado sus vidas al servicio de la causa pública. Uno de los peores efectos de los escándalos actuales sería desanimar a los jóvenes que sientan vocación política. Mirando a Schuman alguno descubrirá la esencia de la vocación política y, ojalá, se anime a prepararse bien. Preparación intelectual y moral, que en esta profesión las dos cosas son igualmente importantes. 
La Tribuna de Albacete (12/11/2013)