Levantamos un gigante con los pies de barro
y se nos cayó encima
El miércoles pasado tuvo lugar en el Paraninfo de Albacete la inauguración
del curso académico 2013-14. Tuve el honor de que el Rector de la UCLM me
encargara la lección inaugural. La
titulé: “Qué hace diferente a la crisis actual”. ¿Interesará a mis lectores de
la Tribuna de Albacete un resumen
elaborado por el propio autor? Pensado,
dicho y hecho.
La singularidad de la crisis de 2008
es que recae sobre una economía fuertemente endeudada y con una deuda muy
repartida. El impago de una parte de las hipotecas basura era suficiente para
desencadenar una crisis bancaria internacional, como de hecho ocurrió. El hecho
de que la mayoría de las familias y empresas estuviera endeudadas aceleró la difusión de la crisis: “No puedo pagarte porque a mí no me pagan”.
El servicio de la deuda actuó a continuación (y sigue actuando) como una lápida
que lastra la recuperación. Una parte de las rentas generadas en el proceso
productivo se desvía a la amortización de deudas y acaba inmovilizada en la
caja de algún banco. Esta lápida acabó convirtiéndose en una trampa donde
cayeron los propios bancos y las
administraciones públicas. La irrupción de la prima de riesgo es la prueba evidente
de la existencia de una trampa de deuda.
Deuda y crédito son dos caras de
la misma moneda. La proliferación de la deuda es el resultado de una explosión
de crédito que empieza en 1997 y se acelera a partir de 2002, tras el parón de
la crisis bursátil asociada a las compañías “punto.com”. Para mantener la
rentabilidad en una época de bajos tipos de interés (fijados por el Banco
Central), la banca tradicional multiplicó el volumen de créditos concedidos y
la banca a la sombra vendió y revendió los productos estructurados derivados de
las hipotecas basura por todo el mundo. La mayoría de las innovaciones
financieras consistieron en ocultar o maquillar los riesgos; eliminarlos era
imposible.
La banca abusó de su poder de crear dinero de
la nada para sostener artificialmente la demanda (caso de las hipotecas basura)
y para financiar directamente actividades especulativas sobre terrenos,
acciones y demás activos financieros. Se convirtió en una máquina de crear
burbujas y plusvalías. Lamentablemente las burbujas no pueden comerse y las
plusvalías no crean renta. Se trata de un juego de suma cero donde las
ganancias de los especuladores que vendieron a tiempo son pagadas por los
rezagados. Y por todos nosotros que hemos soportado una elevación de la presión
fiscal para costear el rescate de los bancos.
Cualquier sistema económico,
máxime cuando tiene la envergadura del nuestro, ha de descansar sobre unos
pilares institucionales que refuercen el sentido de la responsabilidad y sobre
unas bases morales sólidas. Unos y otros han fallado. Levantamos un gigante con
los pies de barro y se nos cayó encima. Los directivos bancarios asumieron
estos riesgos porque jugaban con un dinero que no era suyo y porque faltaba esa
conciencia moral que frenase las decisiones que podían dañar a terceros, hoy o
mañana. La moral dominante (caracterizada por un rabioso individualismo,
consumismo y cortoplacismo) apuntalaba esas conductas tan arriesgadas. A su
vez, los excelentes resultados económicos de la especulación parecían dar por
buenas las razones de la (in)moralidad subyacente.
Todos estos
males, sobre todo los de índole moral, son de difícil cura. Las reglas más
detalladas sirven de poco si los mejores cerebros se dedican a pensar en la
manera de sortearlas. Entiendo que no se necesita más regulación sino mejor
regulación. Normas sabias que sepan aunar la libertad económica de los
individuos (fuente de las mejores iniciativas) con la responsabilidad personal
(filtro que encauza esas iniciativas hacia el bien común). Bien lo dijo Viktor
Frankl en una conferencia en los EE.UU.:
“Levantasteis en la
costa Este del país una magnífica Estatua de la Libertad. Para evitar que América se escore y hunda
en el Atlántico urge levantar ahora, en la costa Oeste, la Estatua de la Responsabilidad”.
La Tribuna de Albacete (2/10/2013)