domingo, 21 de septiembre de 2025

Modernidad (y 4): El Estado-Nación

 

En el campo político, la gran contribución de la Modernidad fue la creación del Estado-Nación.  Francia y España abrieron camino en el siglo XVI. El Tratado de Westfalia de 1648 lo apuntaló. El elemento esencial del Estado-Nación es la identificación de la ciudadanía con una cultura nacional y la identificación de ese pueblo y cultura con el Estado centralizado que decía encarnarlos. 

En el siglo XIX el movimiento se generalizó por doquier, aunque pronto resultó evidente la existencia de Estados sin una Nación detrás, y naciones sin un Estado delante. En el siglo XX se impuso una economía y cultura globales que desbordaban al Estado-Nación. En un intento de mantener el status quo, los estados se encargaron de solventar los conflictos nacionales, y delegaron en organizaciones internacionales de nueva planta la solución de los globales. Los dos ejemplos que actualmente invaden nuestras pantallas son la invasión de Ucrania por Putin y el genocidio de palestinos en Gaza bajo el liderazgo de Netanyahu. Más antiguos, pero no menos lacerantes, son la huida de siete millones de venezolanos de su país; y de los 200.000 saharauis que hubieron de refugiarse en Argelia para escapar del la dictadura marroquí.

A nuestro entender, la responsabilidad de estas tropelías recae fundamentalmente en las organizaciones internacionales que fueron creadas, precisamente, para garantizar la paz y el respeto de los derechos fundamentales de todas las personas. Parte de la culpa recae también en los Estados oportunistas que azuzan los conflictos internacionales, incapaces como son de solucionar sus problemas internos o para ganar la popularidad que les falta. Lo mejor que estos políticos pueden hacer es presionar a la ONU, OTAN y demás organismos internacionales que sí tienen competencias y medios para poner fin a tales conflictos.

La Tribuna de Albacete (22/09/2025)