Acabo la saga de mis artículos sobre El
Príncipe reproduciendo algunos consejos que Maquiavelo dirige a la persona
que se atreviera hacer de Italia un nuevo Estado-Nación, a semejanza de lo que
habían conseguido España y Francia.
El capítulo XXII nos recuerda el
proverbio castellano: Dime con quien andas y te diré quién eres. “No es
asunto de poca importancia para un príncipe la elección de sus ministros. Éstos
son buenos o malos según la prudencia del príncipe mismo; de ahí que el primer
juicio que nos formamos sobre la inteligencia de un señor sea a partir del
examen de los hombres que tiene a su alrededor: cuando son competentes y fieles
se le puede tener siempre por sabio, puesto que ha sabido reconocer su
competencia y mantenérselos fieles. Pero cuando son de otra manera, hay siempre
motivo para formar un mal juicio de él, puesto que su primer error ha sido
precisamente elegirlos (…)”
El capítulo XXIII se centra entre los
consejeros del Príncipe. “No quiero dejar sin tratar un punto importante y un error que
difícilmente evitan los príncipes, excepto sin son extremadamente sabios. Se
trata de los aduladores que proliferan en las cortes”. Maquiavelo recomienda limitar las consultas a
las personas que se atreven a decir la verdad, siempre y cuando se ciñan a lo
que les pregunta su señor y acepten sin rechistar que su consejo sea ignorado.
Por encima de todo, el Príncipe ha de dejar claro quién es el que manda.
Maquiavelo advierte que ni siquiera estos
consejos garantizan el éxito permanente del golpe de Estado que, de alguna manera
el príncipe trata de perpretar. El azar o un revés de la fortuna (digamos una riada)
pueden arrastrar a los políticos imprudentes que no aprovecharon los años de
sequía para construir diques que perpetúen su poder. No te lamentes tanto de la
mala fortuna, como de tu indolencia, les dice.
Advertencia: cualquier parecido con la
actual realidad española NO es pura coincidencia.
La Tribuna de Albacete (28/07/2025)