domingo, 18 de mayo de 2025

El dólar, ese privilegio exorbitante de los EE.UU.

 

Tras la II Guerra Mundial, los “aliados” se reunieron en Bretton Woods para organizar el sistema de pagos y finanzas internacionales. El Plan Keynes apoyaba la creación de una divisa internacional (el bancor) gestionada por un organismo independiente. El representante del Tesoro Americano, Mr. White, consiguió imponer una plan creado a medida de sus intereses.  La moneda internacional sería el dólar, si bien EE.UU. se comprometía a canjear dólares por oro a un tipo fijo. ¡Puro farol! Cuando, el general De Gaulle viajó desde Francia para que le cambiaran sus reservas de dólares por oro, EE. UU. reconoció que no era factible y poco después (1971) abolió la convertibilidad. El patrón oro llegaba a su fin.

            El privilegio económico más exorbitante de los EE.UU. ha consistido en poder pagar en cualquier parte del mundo imprimiendo su propia divisa. Hasta el presente, la sobreimpresión no le ha generado problemas de hiperinflación, pues son muchos los países que desean atesorar en dólares sus reservas monetarias. Las cosas están cambiando en el siglo XXI. El privilegio americano ha empezado a erosionarse desde el momento que algunos prefieren monedas de países más solventes como el euro o el yen. Cuando la ventaja monetaria desaparezca por completo, EE.UU. comprenderá que no le queda más remedio que competir con el resto de países mediante mejoras tecnológicas a las cuales van ligados salarios y consumo. El aumento de aranceles que propone Trump parecerá, entonces, tan ridículo como declarar una nueva guerra mundial enseñando los tirachinas.

Entendemos que, para acabar con este tipo de privilegios monetarios, la solución consiste en introducir una criptomoneda controlada por un organismo independiente que la proteja de hackeos, especulación y manipulación política. Ese día, Keynes se levantaría de su tumba para afirmar: “Algo parecido propuse yo en 1944”.

La Tribuna de Albacete (19/05/2025)