En una homilía de Navidad, Joseph Ratzinger (futuro Papa
Benedicto XVI) afirmó que el primer villancico lo cantaron los ángeles al
anunciar el nacimiento del hijo de Dios a los pastores de Belén: “Gloria a Dios
en el cielo y en la tierra paz a los hombres objeto de su amor”. Otra versión concluye:
“y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”.
Las dos partes del “villancico” se retroalimentan
mutuamente. En el lenguaje bíblico, la paz es fruto de la justicia y el amor.
Un mundo en paz sería la mayor gloria que la humanidad puede ofrecer a su creador.
Desde el cielo Dios exclamará: “Ha valido la pena crear al hombre. Imitando a Cristo,
los hombres pueden convivir y ayudarse entre sí. Y disfrutar de la paz y felicidad
para las que fueron creados”.
Cuando los hombres agradecidos acudan a Dios para
alabarle y ofrecerle toda clase de bienes, posiblemente oirán: “Gracias por
vuestra generosidad, pero yo no necesito nada, lo tengo todo. Lo mejor que
podéis hacer por Dios es cumplir su voluntad. Mi mayor deseo es que os améis
unos a otros como Cristo os ha amado”.
La Navidad evoca otras dos realidades fundamentales para
la humanidad: la luz de la verdad, y la fuerza de la libertad. Los historiadores
cristianos hacen coincidir el nacimiento de Jesús con la fiesta judía de las
luces (hanukkab) que todavía se sigue celebrando hoy en día. A partir de
ese momento la luz del día ganaba la batalla a las tinieblas de la noche. Una
vez quitados del templo de Jerusalén los ídolos que el Rey de Siria había instalado
allí, los judíos podían servirle libremente.
Amor y libertad, justicia y paz, verdad y felicidad. Es lo que más necesitaba la humanidad del año 1 y continúa añorando hoy. ¡Feliz año 2025! Lo tendremos si lo llenamos de estos dones!
La Tribuna de Albacete (30/12/2024)