En las sociedades opulentas, la brecha entre los prochoice y prolife (pro-aborto y pro-vida) sigue en aumento. Difícilmente se cerrará hasta que esos grupos y personas tengan el valor de llegar el fondo del asunto (el aborto). Para no perdernos en este camino de profundización, yo invitaría a dar una respuesta personal a tres cuestiones.
· ¿Concedes a todos los seres humanos el
derecho fundamental a la vida, base indispensable de todos nuestros derechos y
libertades?
· ¿Aceptas que sean los científicos quienes
estipulen cuándo empieza y termina la vida humana?
· ¿Estas dispuesto a ayudar a las mujeres
con embarazos no deseados, incluyendo un sistema de adopción de los niños que
finalmente no puedan ser atendidos por sus padres biológicos?
La primera cuestión ya ha sido respondida en positivo por
las Constituciones de todos los países, en línea con la Declaración Universal
de los Derechos Humanos (ONU, 1948). La española reconoce el derecho a la vida
en el artículo 15. El 53 aclara: “(Los derechos fundamentales) vinculan a todos
los poderes públicos. Sólo por ley que en todo caso deberá respetar su
contenido esencial, podrá regularse al ejercicio de tales derechos y libertades”.
La segunda cuestión
da un toque de objetividad al debate. El contenido esencial de la vida humana y
el momento de su inicio, es un tema científico, no una cuestión de opinion personal, ni de programas políticos, ni siquiera de mayorías parlamentarias.
Afortunadamente, la ciencia lo tiene cada
día más claro. La vida empieza en el momento de la concepción. El cigoto ya
reúne la información esencial de un ser que solo necesita tiempo para
desarrollarse. No encontraremos en el mundo diez científicos que se pongan de
acuerdo para fijar el inicio de la vida humana en otro momento diferente.
La tercera cuestión constata nuestro grado de
responsabilidad, personal y colectiva. Una cosa es predicar, otra dar trigo y
otra dar trigo de mi granero.
La Tribuna de Albacete (23/05/2022)