lunes, 7 de diciembre de 2020

Educar en libertad

           Todos aceptamos que una buena educación básica es lo mejor que le puede ocurrir a un país. Contribuye a la formación de personas libres, críticas y respetuosas. Personas capaces de crear y disfrutar de la cultura. Impulsoras del progreso técnico y económico.

Lamentablemente, la escuela también es un terreno abonado para sembrar ideologías y manipular los valores de los alumnos, futuros votantes. Tras el fiasco de ocho leyes generales de educación en 40 años, parece evidente que estamos incapacitados para consensuar los valores que hemos de transmitir en la educación. El único pacto posible consiste en respetar y encarrilar la libertad de los agentes que intervienen en la educación: libertad de creación-gestión de los centros docentes y libertad de elección

                Libertad de oferta educativa. Los centros habrán de atenerse a las directrices generales señaladas por el gobierno central o regional. Este respetará la libre iniciativa en la organización del aprendizaje en su esfuerzo por conseguir que cada alumno saque lo mejor de sí mismo. ¡En eso consiste la calidad educativa!  

                Libertad de elección. Entregando el “vale” suministrado por el Gobierno, los padres escogerán el colegio que consideren mejor para sus hijos, habida cuenta de los resultados en las reválidas nacionales al final de cada ciclo y de la confianza que les merezcan sus actividades complementarias. Lo que no es admisible es que cualquier iluminado secuestre a nuestros hijos en el aula y les obligue a aprender su filosofía de la vida.

                El actual sistema de organización de la comunicación de masas podría ser copiado por la educación. Conscientes de que constituyen un cuarto poder ideológico y político, exigimos (por el momento) la libre creación de medios públicos y privados y les dejamos expresarse como quieran. Respetamos también la libertad de los ciudadanos para ver el canal televisivo y leer el periódico que deseen. No pedimos más que eso. Y nuestro mejor aval es el artículo 28 de la Constitución española.

La Tribuna de Albacete (7/12/2020)