Imagine un mundo con un solo periódico, una sola cadena de televisión y una agencia pública que filtrara todo lo que se difunde por internet. Esta pesadilla rememora las dictaduras de derechas (fascismo) y de izquierdas (comunismo). Resulta incompatible con el sistema de contrapoderes que sostienen una democracia; el pluralismo de los mass media forma parte del mimo.
Esta presunción no libera a los gobernantes de la tentación de monopolizar y controlar la difusión de las ideas. Se aprecia en la Comisión recientemente propuesta por el Gobierno español para “monitorizar y vigilar las campañas de desinformación”. Los periodistas temen (con toda la razón) que bajo el pretexto de combatir las fake news se instale en la Moncloa el “Ministerio de la Verdad” profetizado por G. Orwell en 1948.
En mi opinión la libertad de expresión e información es
de las pocas cosas que funcionan relativamente bien en los países occidentales. Amenazas como la indicadas nos deben estimular a proteger los pilares sobre los
que se asienta y extrapolarlos a otras actividades de fuerte contenido
ideológico como es el caso de la educación. (1) Libertad de creación de medios informativos
y libertad de expresión a través de ellos. (2) Igualdad de acceso a los medios
públicos y neutralidad de sus informativos (la BBC inglesa suministra un buen
ejemplo). (3) Libertad de elección de las fuentes de información, lo que descarta
cualquier tipo de monopolio.
Los límites a la libertad de expresión provienen del derecho
al honor y la veracidad que asisten a cualquier persona física o jurídica.
Quien no esté de acuerdo con una noticia se defenderá contraatacando. O la denunciará
ante los tribunales, cuando se trate de una calumnia manifiesta. La carga de la
prueba recaería en el medio y la persona que profirieron aquella acusación
falsa y dañina. Todo menos utilizar el poder político para eliminar y domeñar
la libertad de crear medios de comunicación que actúan como contrapoderes y garantizan
la libertad de expresión.
La Tribuna de Albacete (14/12/2020)