El
jueves 17 de diciembre el Congreso español aprobó la ley de Eutanasia por amplia mayoría: 198
votos a favor, 138 votos en contra y 2 abstenciones. En mi memoria se agolparon
muchos interrogantes que no me dejan dormir.
· Hace tres años el PSOE rechazó por peligrosa, injusta y anticonstitucional
la ley de eutanasia propuesta por Podemos. Ahora ha impulsado una ley similar calificándola
como una conquista social que demuestra la superioridad moral de la izquierda. Vaya,
yo pensaba que la moral consistía en la restricción de la propia libertad cuando choca con la vida ajena y otros derechos fundamentales de la
persona.
· ¿A qué viene tanta urgencia? La ley se
ha “deslizado” por el Parlamento en un tiempo récord, entrará en vigor en menos
de un mes y se hará efectiva antes de 33 días desde que uno manifieste su deseo
de morir. La consigna parece ser: “Mejor que nadie lo piense dos veces”.
· ¿Por qué no se consultó al Comité de
Bioética elegido por el PSOE, PP y el resto de partidos? El Comité se ha visto
compelido a declarar por su cuenta que el proyecto de ley no respeta los
criterios éticos más elementales.
· ¿Qué razones explican que solo cinco
países del mundo hayan aprobado la eutanasia y cómo ha evolucionado su gestión?
Nos sorprenderá que la praxis raramente coincide con el prototipo legal: “enfermo
con dolores insufribles que solicita la muerte con plena consciencia y libertad”.
Nada que ver con la realidad donde dominada por casos de trastornos psíquicos y quienes deciden suelen
ser sus familiares o el personal sanitario.
· Si el objetivo es evitar el dolor
ajeno, ¿por qué no promueven cuidados paliativos adecuados? Me creeré la buena
voluntad de una ley de eutanasia cuando incorpore una cláusula del siguiente
tenor: “La herencia del difunto se dedicará íntegramente a financiar los cuidados
paliativos. Al mismo fin irá el ahorro de la Seguridad Social por la muerte
anticipada de ancianos, enfermos y desesperados”.
La Tribuna de Albacete (21/12/2020)