Al abrir el ordenador se encienden en su pantalla estas dos preguntas. (1) Valore, de 1 a 10, la importancia del diálogo para el buen funcionamiento de la democracia; (2) Valore, de 1 a 10, la capacidad de diálogo de nuestros políticos. Me atrevería a avanzar que la media de la primera pregunta estaría cercana a diez y la segunda cercana a cero. Con el ánimo de mejorar su capacidad de diálogo les propondría los siguientes ejercicios para estas vacaciones (y el resto de sus vidas). Entre los “juegos” que me propusieron en mi época de bachiller destacaré tres.
Ejercicio 1: escuche y
responda a lo que se pregunta. El juego consiste en agrupar al público en
parejas. Antes de responder a tu colega has de resumir la cuestión que te ha
formulado. Sorprendentemente, nadie admitía la interpretación que el otro ha
hecho de su pregunta. “O no eres capaz de entenderla o no quieres entenderla”
Ejercicio 2: póngase en el
pellejo del contendiente. Un juego habitual en los debates universitarios
consiste en plantear un tema polémico y sortear, instantes antes del debate,
quién defenderá cada postura. El juego ayuda a ver que la mayoría de las
cuestiones tiene varias caras y uno ha de saber aceptar la parte de verdad que tiene
el adversario.
Ejercicio 3: evite insultos y
escapatorias fáciles. Algunos juegos de mesa tienen una prueba llamada “tabú”.
Consiste en explicar un concepto sin emplear determinadas palabras. Si las
pronuncias, se acaba tu turno. Imaginen ustedes que ocurriría a nuestros
políticos de izquierdas si no pueden emplear las palabras “facha”, “Franco” o
“Guerra Civil”. Y a nuestros políticos de derechas si no pueden mentar a
“Venezuela”, “Stalin” o “ETA”.
Advertencia. Estos juegos no son
solo para políticos. Cada uno puede practicarlos con su cónyuge, hijos o
vecinos. El diálogo es el tejado de una casa que la mayoría de nosotros todavía
no ha empezado a construir. ¡Y así nos va!
La Tribuna de Albacete (20/07/2020)