lunes, 2 de marzo de 2020

El Estado democrático de Derecho y la imaginación

              Desde esta columna he defendido con frecuencia que el Estado democrático de Derecho (EDD) es el fundamento y la mejor salvaguardia de la paz y el bienestar que disfrutamos en las sociedades occidentales. Tres son las columnas sobre las que se apoya el EDD: imperio de la ley, con la Constitución en su cima; separación de poderes (léase independencia judicial); y elecciones libres, que prohíben la utilización del sistema educativo y los medios de comunicación públicos para comer el coco de los votantes.
               Algún amigo ha criticado mi optimismo. A la vista de lo que está pasando en España, no me queda más remedio que darle la razón. De los posibles ataques al EDD, el peor es el que aprovecha los resquicios en la letra de la ley para acabar con su espíritu. Las hemorragias internas, son las peores.
               La semana pasada el presidente, Sr. Sánchez, acogía a su homónimo, el president Sr. Torra, animándole a echar la imaginación necesaria para llegar a un acuerdo mutuamente ventajoso. Sánchez no atentaría contra la Constitución si ofreciera el apoyo del PSOE a los independentistas para lograr los 2/3 de votos españoles que se precisan para reformarla. Sí traicionaría el espíritu de la Ley fundamental y dinamitaría el EDD reinterpretandola según sus intereses. Por ejemplo, cuando crea un nuevo delito de sedición para convertir a los artífices de un golpe de Estado en poco menos que próceres de la patria. O cuando coloca en la cúpula judicial a personas afines, presionándoles a decir lo que el Gobierno quiere oír.
               La imaginación no tiene límites. Todo lo contrario del Estado de Derecho cuya función consiste en delimitar el terreno y aclarar las reglas del juego. ¿Se imaginan unas olimpiadas dejadas a la imaginación de los árbitros?    
La Tribuna de Albacete (02/03/2020)