lunes, 16 de marzo de 2020

Aplaudir en tiempos de coronavirus


                En tres días, el coronavirus ha transformado los hábitos de los españoles y hasta el mismo paisaje ibérico. Calles vacías, terrazas con las mesas apiladas, iglesias cerradas, parques infantiles precintados, estadios de fútbol al principio sin espectadores y ahora sin jugadores… Semejante escenario se presta a escribir una tragicomedia. Por internet ya circulan los vídeos más trágicos y los más cómicos. Los primeros nos recuerdan las epidemias históricas que asolaron el viejo y el nuevo mundo, o las profecías apocalípticas de Jeremías: “En el campo, muertos a espada. En la ciudad, desfallecidos de hambre”. El vídeo que acabo de recibir explota el lado cómico: “Aviso de las autoridades. Lo que más contamina son los billetes. Por favor, introduzca los que encuentre en su casa en una bolsa de plástico y deposítela junto a la puerta. Nuestro personal especializado pasará a recogerla lo antes posible”.
                De todo lo visto y oído, yo me quedo con los aplausos que escuché el sábado 14 a las 22 horas. La noche era cerrada y las calles estaban vacías. De repente la gente recluida en sus viviendas salió a los balcones y empezó a aplaudir. Fue un aplauso entusiasta y contagioso para agradecer al personal sanitario su generosidad. La generosidad de tantas personas que trabaja en los hospitales hasta el agotamiento y pone en riesgo su salud para preservar la nuestra.
                Tres minutos después, las ventanas volvieron a cerrarse y las calles a enmudecer. ¡Suficientes! Con este sencillo acto de gratitud pudimos sacudirnos el miedo y la monotonía. Esos tres minutos reavivaron en nuestro subconsciente una lección importante. A saber, lo que mueve este mundo y protege a sus pobladores no es el dinero, ni las armas, ni la diplomacia, ni las buenas palabras. Son los sencillos gestos de generosidad de innumerables personas anónimas.
La Tribuna de Albacete (16/03/2020)