“Dios hizo al hombre equilibrado, y él se
buscó preocupaciones sin cuento” (Eclesiastés, 7:29). De entre las
preocupaciones que nos buscamos, las más absurdas son las lingüísticas. ¿Qué
sentido tiene enfrentarse por las palabras? Pues lo hacemos, y cada día más.
“Nación”, “nacionalidad”, “nación de naciones”… ¡La de tinta que han absorbido
estas palabras en los últimos años! Espero que esa tinta nunca se tiña de rojo.
La “nación” es
un fenómeno sociocultural. Una comunidad se convierte en nación cuando así lo
sienten y desean sus miembros. Ese sentimiento subjetivo cuajará mejor si está
atado con lazos objetivos tan fuertes como la lengua o la historia.
Para mí es
evidente que Cataluña es una nación, cien por cien. También España es una
nación. Lo de “nación de naciones” es un parche para tapar la realidad. España es una nación cien por cien. Así lo viene reconociendo todo el
mundo desde hace 500 años. Pocas naciones pueden presumir de ese pedigrí. Europa,
en cambio, no es una nación. Lo será si seguimos construyéndola sobre las bases
que nos unen, más que por las diferencias que nos han enfrentado. La experiencia personal y colectiva demuestra
otra cosa importante: no hay obstáculos para que uno se sienta catalán, español
y europeo al mismo tiempo. Lo raro, lo patológico, es el nacionalismo
excluyente, siempre necesitado de un enemigo para reafirmarse.
Cosa
distinta es la “soberanía” y su concreción en la Ley Fundamental. ¿Cómo se
organiza jurídica y políticamente esa comunidad y quién ostenta el poder para hacer
y deshacer? ¿Estado monárquico o republicano? ¿Estado central, autonómico,
federal o confederal? La Constitución española, cuyo 41 aniversario celebramos
esta semana, se decanta por una monarquía parlamentaria y un estado autonómico.
No excluye a partidos republicanos o independentistas. El artículo 168 les
recuerda, simplemente, que para conseguir sus objetivos han de empezar por reformar
el texto constitucional con el apoyo mayoritario de las Cortes y del pueblo
español. El artículo 1.2 no puede ser más claro al respecto: “La soberanía
nacional reside en el pueblo español del que emanan los poderes del Estado”.
La Tribuna de Albacete (2/12/2019)