Nadie sabe de quién partió la iniciativa,
pero todos reconocieron que fue un éxito rotundo. El mensaje enviado por
whatsapp (y reenviado miles, millones de veces) rezaba así. “La noche del 24 a
25 de diciembre celebraremos el 2019 aniversario del Sr X. Por favor, pasa el
mensaje cuidando de que no se entere el homenajeado”.
La
sala de fiestas podía identificarse desde el espacio, tal era la luminaria en
la que estaba envuelta. A media noche la sala quedó abarrotada de gente. La
alegría de volver a encontrarse con viejos familiares y amigos era desbordante.
El estruendo de sus voces y de la música de fondo llegaba hasta el mismísimo
cielo.
Solo los
miembros del comité organizador tenían caras largas. Para su consternación
habían comprobado que la silla de honor reservada para el Sr. X continuaba
vacía. Tan secretos fueron los preparativos que olvidaron invitarle. El maestro
de funciones encontró una solución de emergencia: “Más cava. Y algún juego para
entretener al público”. Por megafonía animaron a participar en el juego del “amigo
invisible”. Cada invitado había de entregar un regalo a otro. Como todo debía hacerse
bajo el más estricto anonimato, no quedaba más remedio que encontrar algún intermediario
que abordara al destinatario con estas palabras: “Tu amigo invisible me encarga
que te regale esto”.
De hecho, el
Sr. X esperaba en un rincón de la sala. Siempre espera hasta el último momento
en algún rincón discreto. El juego del amigo invisible le brindaba una buena
oportunidad para ayudar a sus amigos sin que ellos le reconocieran. Se acercó a
cada uno de los invitados para pedirles que, de su parte, regalaran a otra
persona unos minutos de atención. “Pregúntale por lo que le preocupa e interesa.
Y anímale a poner en práctica la solución que él mismo ve”.
Al día siguiente, el eco de
los tuits confirmó que había sido una fiesta única, inolvidable. Una Navidad
en la que todos tuvieron la suerte de ser escuchados y la suerte de escuchar a
otro.
La Tribuna de Albacete (23/12/2019)