París,
diciembre de 1948. Los países integrantes de la ONU (con la única excepción de
la URSS) aprueban la Declaración de los Derechos Fundamentales del ser humano. Allí
queda claro que estos derechos emanan de la dignidad humana. Son anteriores,
por tanto, al Estado y a cualquier ideología política.
París, diciembre
de 2015. Los representantes de 195 países y de algunas organizaciones
internacionales como la UE, reconocen los derechos de las generaciones futuras a
heredar un planeta habitable. Entienden que los gases de efecto invernadero (emanados
de la quema de carbón, petróleo y gas), son la primera causa del calentamiento
global. Las evidencias científicas distan
de ser unívocas, pero sí son suficientes. Yo mismo he visto desaparecer, uno a
uno, los glaciares del Pirineo.
Madrid,
diciembre de 2019. Este mes vence el (fracasado) Protocolo de Kioto y empezará
a implementarse el Acuerdo de París. En estos cinco años, cada país ha
elaborado su estrategia de descarbonización para acercarse al objetivo marcado en
París. A mediados del siglo XXI, el 80% de la energía fósil habrá de ser
reemplazada por energía renovable. La Cumbre de Madrid 2019 pretende ser el
pistoletazo de salida para este proceso de descarbonización acelerada.
¿Respetarán
todos los países el consenso de París y cumplirán las propuestas que han
llevado a Madrid? ¿Serán conscientes de que estos compromisos representan
derechos de las generaciones futuras y deben quedar al margen del gobierno de
turno, de ideologías políticas y modas sociales? El peor presagio es el repudio
del Acuerdo de París por los EE.UU. de Donald Trump. Tampoco ayudará focalizar
la Cumbre de Madrid en los sueños de una adolescente fácilmente manipulable por
los medios de comunicación. Para los adultos, diciembre ha de ser un mes de
compromisos y responsabilidades, no de cartas a los Reyes Magos.
La Tribuna de Albacete (09/12/2019)