lunes, 9 de diciembre de 2019

Cumbre del clima


               París, diciembre de 1948. Los países integrantes de la ONU (con la única excepción de la URSS) aprueban la Declaración de los Derechos Fundamentales del ser humano. Allí queda claro que estos derechos emanan de la dignidad humana. Son anteriores, por tanto, al Estado y a cualquier ideología política.
París, diciembre de 2015. Los representantes de 195 países y de algunas organizaciones internacionales como la UE, reconocen los derechos de las generaciones futuras a heredar un planeta habitable. Entienden que los gases de efecto invernadero (emanados de la quema de carbón, petróleo y gas), son la primera causa del calentamiento global.  Las evidencias científicas distan de ser unívocas, pero sí son suficientes. Yo mismo he visto desaparecer, uno a uno, los glaciares del Pirineo.
Madrid, diciembre de 2019. Este mes vence el (fracasado) Protocolo de Kioto y empezará a implementarse el Acuerdo de París. En estos cinco años, cada país ha elaborado su estrategia de descarbonización para acercarse al objetivo marcado en París. A mediados del siglo XXI, el 80% de la energía fósil habrá de ser reemplazada por energía renovable. La Cumbre de Madrid 2019 pretende ser el pistoletazo de salida para este proceso de descarbonización acelerada.
¿Respetarán todos los países el consenso de París y cumplirán las propuestas que han llevado a Madrid? ¿Serán conscientes de que estos compromisos representan derechos de las generaciones futuras y deben quedar al margen del gobierno de turno, de ideologías políticas y modas sociales? El peor presagio es el repudio del Acuerdo de París por los EE.UU. de Donald Trump. Tampoco ayudará focalizar la Cumbre de Madrid en los sueños de una adolescente fácilmente manipulable por los medios de comunicación. Para los adultos, diciembre ha de ser un mes de compromisos y responsabilidades, no de cartas a los Reyes Magos.
La Tribuna de Albacete (09/12/2019)